Hacia más frio que de costumbre. Yo intentaba no temblar. No quería que Ornela me viera "débil". Nos encontrábamos nuevamente sentados al lado del marco de una puerta. Ella estaba a mi lado acurrucada, llevaba puesto mi sweter negro, el cual le quedaba grande, y le llegaba hasta la rodilla, o más abajo. Debía admitir que se veía muy tierna en aquel entonces. Pero en ese momento, yo solo me enfocaba en mi estómago. Me sentía débil. Es increíble que yo haya podido sobrevivir luego de tres días sin comer. Ornela me preocupaba también. Ella tenía la cabeza recostada en mi hombro, con un semblante muy bajo. O estaba con sueño, o se iba a desmayar.
Con los ojos decaídos, mire a la distancia. En la esquina había una mujer. Se encontraba todo el rato de pie al lado del semáforo. Por ahí se veía que deambulaba desde ahí hasta la pared, como si estuviera aburrida. Pero lo que más me llamaba la atención era su aspecto. Desde lejos se le notaba el exceso de maquillaje, los labios fuertemente rojos, los parpados negros, y las pestañas increíblemente largas y curvadas hacia arriba, además de abundante (quizás eran postizas). También la ropa que llevaba me hacía preguntarme si esa mujer no tendría frio. Solo llevaba botas negras con tacos altos, una calza cuadrille que no cubría para nada las piernas, una minifalda ajustada negra que solo le llegaba hasta los muslos. Una blusa también negra, pero transparente, lo que causaba que se le notara el sostén, el cual era rojo. Yo aparte mi vista, porque me incomodaba verla. Pero cada tanto ella se volteaba fugazmente a vernos.
Yo no sabía porque ella tenía esa apariencia, me parecía muy incómoda y extraña. Yo solo quise mirar al suelo, luego vi a Ornela, ya se veía dormida... o no?
-Ornela...- Dije un poco inquieto, queriendo moverle la cara con los dedos para asegurarme de que realmente estaba durmiendo.
-Eh?... Qué?- Reacciono ella, pero sin querer abrir los ojos siquiera.
-Ah... nada... duerme- Dije más tranquilo.
Alcé la mirada para ver si la mujer continuaba en esa esquina. Vi que ella estaba hablando amigablemente con un hombre. <Debe ser la persona que estaba esperando. Quizás sea su novio o algún familiar> Pensé. Como haya sido la cosa, ella se subió con ese hombre en un auto y se fueron.
Pasaba un par de horas, y de pronto se me ocurrió hacer algo que me dolía en la conciencia hacer, más que querer mendigar comida a la gente. Desperté a Ornela para que vayamos al centro nuevamente. Entre una larga búsqueda encontramos una parada de taxis, donde generalmente las personas que salían del supermercado se paraban en fila para esperar junto con sus bolsas. Con Ornela de la mano me quede observando, y al mismo tiempo, calculando mi estrategia. Había una mujer anciana, que iba acompañada de un joven preadolescente. Él tenía un auricular puesto, mientras que con el otro oído el escuchaba las palabrerías de la señora. Vi que ellos llevaban dos bolsas repletas. Con el corazón en la garganta, le dije a Ornela que se quedara quieta en la esquina, que ya volvía. Ella asintió y se quedó inmóvil, sin intenciones de distraerse con nada ni nadie más.
Puse mi plan en marcha. En cuanto el taxi llego, yo tímidamente me acerque para encarar a la mujer petiza.
-Señora, quiere que la ayude?-
La mujer y el muchacho me miraron. Ella se veía dudosa, y el desconfiado. Ignorando las expresiones, yo intente sonreír un poco.
-De acuerdo...- Dijo ella, un poco encantada, finalmente.
El chico no decía nada, solo me miraba. Yo lo ignore y solo levante las bolsas, al mismo tiempo que ellos dos lo hicieron también para dejarlos en el baúl del taxi. Para cuando ellos se distrajeron con una llamada que había recibido el chico, aproveche la oportunidad. Como un rayo, metí la mano en la bolsa y me guarde dos paquetes de galletas en los bolsillos de mi campera, pero no fui lo suficientemente cauteloso y la abuela me pesco.
-Hey! Que haces!?-
Como una rata, arranque. Corrí lo más rápido que pude, y más sabiendo que el joven que acompañaba a la mujer, iba detrás de mí. Pase de largo a donde estaba Ornela, y seguí corriendo. Pero parecía que no importaba lo mucho que corría, el que me perseguía parecía un atleta. Me alcanzo.
Me agarro de la ropa y me arrojo contra la pared. Me golpee la espalda y la cabeza, pero peores fueron los cinco puñetazos y las tres patadas que me recompensó el chico en la cara y en el estómago. Acabe en posición fetal, cubriéndome la cabeza al menos. Estando yo completamente inmóvil, permití que el bravucón se llevara las galletas.
Cuando él se fue, yo me relaje, pero quede muy adolorido. Tenía más golpes en la cara, golpes nuevos. Mi nariz volvió a sangrar, lo cual me disgustaba por sobre todo, porque no tenía ganas de hacer un torniquete con la tela de mi manga otra vez. Pensé de repente en Ornela. Quise levantarme, pero mi cuerpo dolía mas si me movía o hacia algún esfuerzo. Así que me senté por lo menos. Quise prepararme para levantarme e ir a buscarla, pero no hizo falta, porque Ornela llego a mí.
-Mario!- Vino ella corriendo, pero al ver mis heridas en el rostro, se quedó quieta, sin saber qué hacer, solo mirarme alarmada.
Definitivamente, no me gustaba que ella me viera así, por lo tanto, cubrí mi cara con mis brazos y mi rodilla, al mismo tiempo que me encontraba totalmente frustrado. Ornela se acercó para sentarse a mi lado y acurrucarse a mí. La sentí llorar.
Permanecimos así por más de veinte minutos. Luego de eso, Órnela quedo más tranquila, y yo más pensativo y triste. El hambre ya se tornaba insoportable y yo solo me quedaba ahí, imaginándome como se sentirá la muerte, si sería doloroso pasar por ella, porque ya me estaba preparando.
Apareció entonces esa mujer, la de ropa escasa y oscura y rostro sobre maquillado que se paraba en la esquina. Estaba ella justo en frente de nosotros, mirándonos fijamente, sujetando una bolsa de comida. La miraba con ojos grandes, sin decir nada, y Ornela también, ya que lo que menos esperábamos era su aparición, y con una bolsa de comida. Viéndola más de cerca, me di cuenta de que se veía bastante joven. Deberá tener alrededor de veinte años. Ella acabo sonriéndonos.
-Te vi intentando robarle comida a esa anciana. En serio tienen hambre?- Dijo ella por fin, con una suave voz.
Los dos asentimos lentamente.
-Pues bien, tomen. Es para ustedes- Dijo queriendo darnos la bolsa
Levante solamente el brazo para agarrarla, porque no podía moverme aun. Sin decir nada más, la chica sonrió y se fue. Ornela fue más curiosa que yo, y rebusco en la bolsa: Había pan, manzanas, varios tapers de ensalada, pollo, lenguados de vaca, pecetos, galletas, sanguches de miga, y empanadas. Sonreímos de oreja a oreja los dos. Parecía comida para sobrevivir una semana y media al menos. Antes de darnos cuenta, empezamos a devorar. Fue un alivio tremendo tener el estómago lleno finalmente.
-Ya se está oscureciendo. Vamos a buscar donde dormir, si?- Dije y Ornela concordó.
Me levante con menos dolor que antes. Agarrando a Ornela de la mano y la bolsa con lo que quedaba empezamos a caminar, mientras pensaba con profunda gratitud en esa bella mujer.
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Despojos de Arañas
Teen FictionMario y Ornela son dos hermanastros que, tras la muerte de sus respectivos padres, se ven obligados a permanecer juntos, intentando confrontar un mundo cruel y despiadado desde la tierna infancia. Ellos intentaran salir de su desesperada pobreza a t...