Capitulo 23

19 0 0
                                    

Abrí mis ojos y reconocí el rostro de Ornela sonriendo de manera divertida mientras me observaba. Me hacía sentir incomodo, si me lo preguntan. Al momento de lograr que mis ojos se adaptasen a la luz del día irradiando mi cara, pregunte.

-¿Qué miras?- Mi voz sonaba ronca.

Ella negó con la cabeza de un extremo a otro, así como amplio su sonrisa llegando a transmitir maleficio. Con mi mirada quise insistir en que me conteste. Alguna razón debia haber.

-Te ves gracioso- Confeso por fin.

-¿Eh?- No entendí que sucedía.

-¡Que caraj... JAJAJAJA!- Escuche a Toni soltar una carcajada en la colchoneta de al lado. El me miraba con un rostro colorado de la risa.

-¿Qué? ¿Qué pasa?- Quede mas irritado.

-Tenes la cara dibujada jajajaja no puedo...-

-¡¿Qué?!-

Me levante de golpe, y camine de un lado a otro.

-¿Qué, adónde vas?- Toni pregunto expectante.

-¡Quiero un espejo o algo!-

-No tenemos- El castaño solo se reía, y mientras mas lo hacía, mas me enfadaba yo.

No sabía que hacer, simplemente patalear parado y gruñir. Ornela solo permanecía sentada en el mismo lugar, con la sonrisa ya desvanecida, mirando el suelo con un poco de culpa.

-Bueno, bueno, a ver, veni- Toni se puso serio de una vez y se levantó para conducirme a un auto vacío estacionado en la cuadra del frente.

La intención era ver mi reflejo en una de las ventanillas. Ornela no se movía del lugar pero se puso de pie con un poco de inquietud al ver a su roca protectora alejarse al menos un metro de ella. Desde su punto de vista me pudo ver como estaba yo inquieto renegando por lo alto al ver que yo tenía dibujada una carita feliz en la mejilla derecha y pétalos de flor rodeando todo mi ojo izquierdo, tan mal dibujado que no estaba ni presentable para una fiesta primaveral infantil, de esas que se dan en las escuelas.

Me volví hacia la mocosa, enojado, con Toni siguiéndome. Ornela parecía notarlo y retrocedió un paso atrás.

-¿Dónde está el marcador?- Le pregunte autoritario.

Actuando como si fuera un padre era realmente patético. Solo tenía ocho años, y no sabía ni dividir el dinero. ¿Y así me ponía yo en el papel de uno con una nena de tres? Pura fachada. Lo pienso ahora y me rio del asunto para no llorar de la vergüenza.

Sorpresivamente Ornela parecía respetar mi posición y obedecerme, dándome un marcador negro grueso que llevaba bajo el pantalón escondido, y aquello me daba cierto gusto. El placer de conseguir que te obedezcan mediante el regaño sienta bien. Quizás por eso varias "brujas" que tuve por maestras en primer grado lo hacían.

De un manotazo le quite el instrumento para chequearlo y leer sus descripciones.

-¡IMPERMEABLE!-

Por si ver a Ornela asustada y con ojos aguados no era suficiente, un par de viejos, incluso la mama de Toni se despertaron de golpe. Ah, y no faltaba Toni soltando otra serie de carcajadas. Ya no me cayo tan bien ese gil.

Me fui ya frustrado de ese lugar. Quería simplemente caminar lejos de toda esa manzana de residentes muertos por un tiempo al menos.

-Hey ¿Adónde vas?- Me llamo Toni.

-¡A buscar al perro!- Intente no gritar tan desquiciado.

-¡Espérame!, ¡Yo voy con vos!- La rubiecita venia corriendo para alcanzar mi brazo. Me aparte bruscamente.

Despojos de ArañasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora