Capítulo 2

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Narra Yuuri:

- ¿Saben? Hoy día fue un buen día – dije mientras encendía una vela que estaba al lado de la foto de mi madre – Por fin pude encontrar al bastardo que había estado siguiéndome los últimos días, ¿quién diría que era un fotógrafo famoso, no creen? – apagué el cerillo y lo dejé en el cenicero de cristal que antes había pertenecido a mi padre. Levanté la cabeza y retraje algunas lágrimas que amenazaban con salir.

No quería llorar. Ellos no querrían que llorara.

Volví a limpiar mis ojos llorosos con la manga de mi camisa e intenté sonreír.

- L-lo siento yo... Agh, enserio lo lamento, no puedo evitarlo – empecé a llorar de manera desconsolada – Aún no puedo superar esto, disculpa mamá, papá, Mari, Vicchan. Será mejor que me retire. – Junté las manos en señal de respeto, hice una pequeña reverencia y me puse de pie.

Ingresé a mi departamento con los ojos hinchados. Igual que ayer, antes de ayer, el día anterior y el anterior a ese. Me senté en el sillón de mi sala, retrayendo mis rodillas y abrazándome por completo, como una pequeña pelotita.

Desde hace tiempo me he hecho una pregunta, ¿algún día dejaría de llorar?

Es irónico que la razón de todo este dolor haya sido por colaborar con mi familia, seguir mi pasión y ser alguien en este mundo en el que solo los más fuertes son los que dominan, es decir: los alfas.

Todavía recuerdo esos días como si fuesen ayer. Eran días preciosos no cabe duda, tan llenos de risas y con tanto color...

No como los días de ahora. Monótonos. Iguales. Sin vida.

Flashback

Narra Yuuri:

- ¿Ya acabamos mamá? ¡Tengo hambre! ¡Quiero Katsudon! – dije inflando los cachetes. Los berrinches solían funcionar con mi mamá más que con mi papá, ya llevábamos casi una hora y media tomando estas fotos para el negocio familiar, me encanta ayudar y todo, pero... Tengo hambre. Quiero comer, lo necesito - ¡Katsudon! ¡Katsudon! ¡Katsudon! – me senté en el suelo y crucé las piernas y los brazos. A pesar de ser un "adulto" aún se me veía tierno como a un bebé recién nacido, así qué, ¿por qué no aprovechar el don que Dios me dio?

- Yuuri – dijo mi madre con los brazos cruzados – ¡Levántate de inmediato! ¡Vas a ensuciar el yukata!

- Hai... - respondí con desgano.

- ¿Quieres comer? – preguntó ella mirándome con gesto desaprobatorio.

- ¡Sí! – respondí entusiasmado. Al parecer no había funcionado mi pequeña escena, pero no iba a darme por vencido.

Me acerqué hasta donde ella estaba, vi que los demás presentes, tanto el fotógrafo como los maquilladores y los ayudantes de luz me miraban con atención. Justo lo que necesitaba.

Junté las manos y me arrodillé a sus pies con la cabeza inclinada.

- ¡Y-yuuri! ¿¡Qué estás haciendo!? – dijo ella exaltada.

Mantuve mi postura por al menos unos quince segundos, luego poco a poco levanté mi rostro intentando poner mi expresión más triste posible.

- Por favor madre – dije aquello último con la más alta señal de respeto.

Mi madre debía estar furiosa, me conocía lo bastante bien como para saber hasta donde era capaz de llegar para conseguir lo que deseaba, siempre me decía que eso era bueno ya que reflejaba mi perseverancia a la hora de actuar, pero, en este caso dudo que vaya a decirme lo mismo.

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