Capítulo 34

460 31 10
                                    

Narra Seshari:

Sentí los delgados brazos de Astrid alrededor de mi cuerpo, me llevaba a mi cama, cuidadosamente; procuraba que yo no soltara el pañuelo.

Detestaba sentirme tan débil cuando estaba con mi celo, era como si, de repente, todo pasara a un segundo plano y solo deseara... Ser amado. Era muy extraño, muy triste y doloroso el sentirse tan solo, tanto que dolía.

- Astrid, no puedo respirar bien –gruñí– me duele mucho el pecho...

Ella me soltó con delicadeza, acarició mi rostro y acomodó las sábanas para que pudiera descansar. Sonrió y depositó un suave beso en mi mejilla, Por un momento, creí ver un ángel.

- Iré por un botiquín –mencionó, separándose un poco– dame un segundo.

- ¡No! –exclamé, tomando su muñeca con fuerza– No te vayas, no me dejes, por favor.

Me observó, un tanto sorprendida, creo yo. Tomó mi mano y la enlazó con la suya, acercándola hacia sí, permitiéndome sentir los latidos de su corazón. Ella me cuidaba, pero, sabía que yo no podía mostrarme agradecido.

- No te voy a dejar –dijo, sentándose a mi lado, sin soltar mi mano– sabes bien que nunca me iré de tu lado, pequeño.

- No me digas eso –bufé, procurando no atorarme al hablar– Ya no soy ningún pequeño.

Sin borrar aquella sonrisa de su rostro, soltó mi mano y se puso de pie, caminando de espaldas para no quitarme los ojos de encima.

- Volveré en un santiamén, espérame ahí –indicó, entrando a su habitación.

Estrujé el pañuelo y lo acerqué a mi nariz, me hacía cosquillas. Nunca dejaba de asombrarme cómo podía sentirme tan feliz por tan poco tiempo gracias a un simple objeto. Eso era lo que era, o, ¿era acaso más? Había algo terrible que sentía cuando estaba en celo y eso se debía, probablemente, a que era un omega dominante; no obstante, el no tener un compañero te hacía sentir tan miserable que sentías que necesitabas estar siempre acompañado, sentías que querías ser tocado, abrazado, valorado, sentías...

- Ya volví –susurró Astrid, con la respiración un poco entrecortada y las mejillas encendidas, se notaba que había corrido– encontré uno de estos no muy lejos de nuestra habitación.

- Sabes bien que no es una medicina lo que necesito –murmuré, girándome en la cama, dándole la espalda.

Oí el tacón de sus zapatos chocar con el suelo, así como la tela de su traje deslizarse por su cuerpo, sus pasos, delicados y precisos como los de un lobo a punto de cazar, casi no hacían ruido alguno, pero, sabía que se aproximaban.

Jalé la sábana y traté de protegerme.

¿De qué me protegía?

- ¿No te doy asco, Astrid? –hablé, con la voz a punto de quebrarse.

- En lo absoluto –respondió, segura– eres lo más preciado para mí, lo sabes bien.

- Soy solo un juguete usado –sollocé, llevando mis brazos y piernas contra mi pecho– soy solo una maldita decepción, ¡siempre lo seré!

- Shhh, shhh –Astrid se acostó y me abrazó por la espalda, pegando su cálido pecho a mi cuerpo– Calma, ya, calma –besó mi cuello– tú no eres ninguna decepción ni para mí, ni para los otros chicos con los que trabajas, ni para tus colaboradores, ni para tu padre, por más que le cueste reconocerlo. Eres y siempre serás mi pequeño, Seshari– empezó a tocar, un tanto temblorosa, la parte donde alguna vez estuvo aquella marca sin amor– hay tanto que quisiera hacer por ti, tanto de lo que quisiera protegerte... –suspiró, colocó una de sus manos sobre mis ojos, tapándolos por completo– lamento solo poder proteger tu sueño.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 23, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Je t'ai trouvéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora