Capítulo 13

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Narra Yuuri:

- ¡A desayunar! – hablaba Pichit desde la cocina.

- Ya voy – respondí acomodándome la corbata frente al espejo por última vez.

Ante la situación actual, tomamos una decisión. Bueno, yo nunca la acepté del todo, pero a Pichit le pareció la mejor opción, y Seung-gil opinaba igual.

Cuando aquel día desperté con los ojos llorosos, había salido de una pesadilla.

Una horrible, muy horrible pesadilla.

Sé muy bien que me desmayé. Me lo dijeron.

¿No se suponía que cuando uno se desmayaba todo se ponía negro? ¿Qué solo había silencio?

Al menos eso pensaba, y anhelaba. Con todas mis fuerzas, lo rogaba.

Pero ni siquiera en medio de la nada tenía calma.

Recuerdo cada detalle de la escena, hasta el mínimo sonido de la madera crujiendo por los zapatos pasando a mi alrededor.

Recuerdo claramente verme inmóvil, amarrado, en medio de la oscuridad.

Las voces gritando a mi alrededor.

Todos corriendo.

Era mi culpa.

Todo lo que pasaba en aquel lugar era mi culpa, y yo no sabía qué es lo que había hecho. Intentaba hablar, pero no podía, mi boca no me obedecía.

Solo había angustia, miedo y desesperación allí.

Escuché la voz de alguien de nuevo. Me llamaba constantemente.

Y se oía tan, pero tan distante y cercana a la vez...

Luego desperté.

Estaba en la habitación de visitas de mi mánager, tapado con una sábana de polar, con una toalla húmeda en la frente y con dos de las personas que más aprecio mirándome fijamente a no más de metro y medio de distancia.

Cuando les comenté el tormento que viví durante mi desmayo, llegaron a una conclusión que, a mi parecer, de ser verdad podría causar problemas.

Ambos coincidieron en que había tenido una visión.

Ese par creía fielmente que yo sufriría lo que vi.

Por una parte, creía que era algo tonto, ya que se trataba de una pesadilla.

Pero, por otra... No se trataba de cualquier pesadilla. Si se hubiese tratado de un mal sueño más, no sería la gran cosa, si solo hubiese sido un miedo plasmado en mis pensamientos, lo entendería.

Sin embargo, estaba hablando de un sueño detallado, voces que podría reconocer, un ambiente probablemente real, y una posible situación de riesgo.

Pichit y Seung-gil estaban extremadamente preocupados, no sabían qué más podían hacer. No podían soportar el verme en aquel estado; derrumbado, roto, aterrado.

Por eso decidieron que me protegerían, a toda costa, y de todo lo que me rodease.

Horas más tarde, ya estábamos los tres en mi departamento, Seung-gil preparó unos dosirak para cada uno y hablamos hasta muy tarde.

Se mudaron conmigo. Solo sería por un tiempo, pero así estarían al tanto de todo lo que necesitase.

Hace ya cuatro días de eso.

- Buenos días – dije a la par que me sentaba – ¿Qué hay para desayunar?

- Hoy es día de bowls – respondió Pichit trayendo tres pocillos en un azafate grande – Tenemos uno de banana, otro de açaí y otro de frutos rojos, ¿cuál deseas?

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