Capítulo 32

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Narra Viktor:

Pichit se veía bastante sorprendido al caminar por los pasillos, como si de un niño en dulcería se tratase. Contrariamente a Seung-Gil, quien demostraba una comodidad atípica ante la situación. Era la primera vez que ambos visitaban el palacio de mi tío.

La Sala de Conferencias era relativamente grande, y tenía muchas sillas, así como un característico proyector y un mesón plateado, que contaba con proyecciones 3D. En casos habituales, todo ese equipo serviría para plantear una estrategia de negocios; no para planear un rescate.

- Empecemos de una vez, por favor –dijo mi tío– le prometí a los seis primeros que hoy les enseñaría a manejar las avionetas a las cuatro de la tarde.

- Todavía tenemos dos horas –acomodé mis cabellos hacia atrás– Yuuri y Yurio tienen que regresar sanos y salvos.

- ¡Espera! –exclamó Pichit– ¿Yurio también está ahí? ¿Cuándo sucedió esto?

- Cuando estabas en el hospital, cariño –respondió Seung-Gil, tomándolo de la mano– No te preocupes, fue de lo único que te perdiste.

- Bien, siéntese los tres. He conseguido lo que Viktor me pidió –tomó un lapicero de oro, y presionó un botón que encendía un láser rojo en el aparato, lo que le servía para especificar la estructura presentada en la mesa– la casa de mi hermano queda en Oymyakon, la zona más helada y cruel de toda Rusia. El clima en esta época no es del todo desfavorable, lo máximo a lo que se enfrentan será a unos -15°. Sin embargo, es tres veces más grande que mi mansión, teniendo un hipódromo, un cabaret, dos salones de simulación de guerra para entrenar a sus soldados, un aviario de seres árticos, su piscina privada y... la torre donde duerme tu madre –miró con lástima a Viktor al decir aquello último.

- ¿Desde cuándo está esa última? –consulté, sintiendo un pequeño dolor en el pecho.

- Desde que te fuiste –susurró, jugando con uno de sus anillos; el que le regaló su hermano– Tu padre empezó a alejarse más y más de tu madre, hasta llegar al punto de no llevarla a un solo cóctel –suspiró– Espero que ella esté bien.

- ¿Podemos ayudarla también? –preguntó Seung-Gil, mirando los planos– la torre está en el centro del lugar, de hecho que debe tener una seguridad de primera, pero dudo que no haya alguna forma de penetrarla.

Analizando los recovecos del lugar, nos dimos cuenta de que todas las salas iban alrededor de la torre, pero se me hacía muy extraño ¡Esa estructura nunca había Estado ahí! ¿Cómo es que todo cuadrada tan perfectamente?

Yo sabía que la única manera de infiltrarse era a través del personal. Eso podría resultar un problema... ya que mi padre había despedido a todos aquellos conocidos que podía tener yo en el lugar. Además, yo sabía que mi padre no solo los despedía; los desmemoriaba. Siempre consideró como algo de suma importancia el mantener el negocio en secreto, incluso si eso significaba desaparecerlo de las mentes de sus trabajadores.

- Tendríamos que entrar por lo bajo –señaló Seung-Gil– en la entrada lateral de Oriente, hay una pequeña conexión con los garajes y con los almacenes subterráneos, ¿correcto?

- Hay que bajarse del auto para poder entrar –observó mi tío– tendríamos que camuflarlos con la carga.

- ¿Cómo son los guardias ahora? –le pregunté al mayor. Cuando yo vivía ahí, la mayor parte de trabajadores eran alfas y betas, solo que todos estaban castrados.

- Nada ha cambiado, solo que hay muchos más alfas ahora –dijo mi tío, con un rastro de molestia en la voz– será un poco más complicado de entrar con esas nuevas escoltas.

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