Capítulo 27

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Narra Otabek:

- Yura... ¿Podrías apresurarte? – suspiré mientras me acomodaba por milésima vez el cabello frente al espejo – el avión partirá en una hora. Sabes que debimos estar en el aeropuerto hace ya horas atrás.

- ¡Lo sé! ¡Maldita sea! Lo sé, lo sé... Es solo que no la encuentro – decía el omega mientras regresaba a su habitación con paso desesperado.

- ¿Qué es lo que no encuentras? – pregunté, abriéndome paso entre las maletas.

- No encuentro mi casaca favorita, mi abuelo me la regaló y quiero usarla cuando lleguemos – se lamentó, resoplando como un niño pequeño.

- A ver, primero que nada, cálmate... – lo tomé de los hombros y realicé un poco de presión. Sus músculos estaban tensos. No era la primera vez que viajábamos a Rusia a ver a su abuelo, ¿por qué estaba así? – Estás más rígido que yo tratando de hacer gimnasia.

- Idiota – rio él mientras posaba su mano sobre la mía – Estoy algo preocupado, quizá sea por nada, pero... Agh, lo lamento.

- No, nada de lamentarse cosas – lo giré, dejándolo indefenso frente a mi mirada – ¿Qué sucede Yuri?

Se estremeció por completo y desvió su mirar hacia el lado contrario. Un leve color carmesí apareció en sus mejillas.

Oh, siempre iba a dar gracias a todos los cielos por darme un novio tan hermoso.

- He tenido pesadillas – murmuró con dificultad – ya debes haberlo notado, te he estado despertando mucho últimamente – se acomodó en el suelo, e hizo un gesto con la mano invitándome a hacer lo mismo.

- Siempre voy a estar ahí para sacarte de tus pesadillas, de eso no tienes que preocuparte – comenté, apoyando mi cabeza en su hombro – Te protegeré de todos y de todo, incluso de ti mismo si hace falta.

- Eres un maldito cursi – dijo entre risas, empujando mi cabeza con su mano – No es eso, baboso.

Su mirada se veía dispersa; no bromeaba.

- He tenido muchas pesadillas, con mi abuelo, contigo y... – volteó a verme – he visto a Yuuri.

- Lo sé, me lo has comentado ya – aseguré, tratando de calmarlo – a veces cuando estamos estresados, vemos nuestros peores temores reflejados en las pesadillas. Es algo normal...

- Pero ¿por qué Yuuri? No me he contactado con él desde hace ya tiempo.

- Debes extrañarlo – le acaricié suavemente el pelo, tratando de relajarlo – Aunque tú lo niegues, le tienes aprecio.

- Claro que le tengo aprecio, fue mi primer amigo en París, estudié con él en el internado de modelaje, me ayudó a ingresar a mi primer trabajo, a mi primera revista, es uno de mis mejores amigos en este mundo – miró al techo – Me atrevería a decir que lo admiro, me sorprende cómo ha salido adelante pesar de lo de su familia... Yo no habría podido.

Pasé mi brazo alrededor de su cuello, atrayéndolo hacia mí. Deposité un casto beso en su cabeza y empecé a liberar unas cuantas feromonas para reconfortarlo.

- ¿Mejor ahora? – pregunté dudoso.

- Ahora todo huele a dulce de leche – respondió hundiendo su cabeza en mi pecho – Eres tan delicioso...

- Lo sé – dije orgulloso.

- C-cállate – chilló Yura, poniéndose de pie de un brinco – ayúdame a encontrar mi casaca, te contaré más cuando estemos en el avión.

- Como desees – me incorporé apoyándome en un mueble cercano.

Buscamos la prenda durante quince minutos; estaba en mi lado del armario.

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