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Pov TaeHyung

Nos asignaron un camarote a mi hermana y a mí. Agradecía no estar más en los calabozos y poder dormir en una mullida cama, aunque tuviera que compartirla con mi hermana, Gladys.

-Gladys...- balbucee mientras abrazaba a mi hermana sin que los grilletes me lo impidiesen.

-Hermano, ¿Se encuentra bien? -preguntó analizando cada centímetro de mi cuerpo. Mi hermana tenía dotes de enfermera, de pequeña siempre acudía al doctor para que este le prestase sus libros.

-Si , estoy bien, ¿y  cómo estás tú? ¿y cómo es qué has abrazado a ese mal nacido?

-Hermano, no los trate tan duramente son buenas personas y...

-¡No! Gladys no son buenas personas, sé el porque los tratas así pero no todos los hombres de mar son como lo fue mi tío, no son nobles como lo fue él.

De pronto, uno de los compañeros del maldito Capitán entró al camarote.

-¡Eh, tú!- me señaló -. Vamos, el Capitán te espera para cenar.

-¿Yo? No pienso cenar con su Capitán. Prefiero morirme de hambre antes que dejar a mi pequeña hermana a su merced.

-Tranquilo - respondió agarrándome de un brazo -. Ella estará la mar de bien aquí.

Hice todo lo que pude por deshacerme de sus sucias manos, pero en el tiempo en que pensaba en eso, ya estaba siendo sentado en una silla y atado a ella, las cuerdas rodeaban todo mi torso y piernas. La puerta por la que entré fue cerrada violentamente, dejando un sonido seco en el lugar.

 La puerta por la que entré fue cerrada violentamente, dejando un sonido seco en el lugar

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Levanté mi mirada y observé la mesa, que tenía enfrente: era larga y de roble del bueno. Inspeccione lo que había en ella, mucho manjar para dos personas, sobraría mucha comida, de eso estaba seguro. En cierto modo me recordaba a mi hogar, donde los criados no paraban de traernos platos llenos de sabrosas comidas, aquello no tenía fin. Mis ojos escanearon los alrededores del camarote, pegué un pequeño salto al ver que el Capitán estaba allí, sentado detrás de su escritorio, con una sonrisa burlona en sus labios y mirándome con curiosidad.

-¿Incómodo?-preguntó dejando la pluma en su sitio. Bajé mi mirada enfurecido y me limité a intentar zafarme de las cuerdas que rodeaban mi cuerpo, sin éxito -. Ni lo intentes, no podrás liberarte -sentenció levantándose -. A menos que seas buen chico y me digas lo que quiero saber - susurró en mi oído, causando una sensación de asco en mi persona. Pasó por detrás mio y rodeó la larga mesa cogiendo una manzana a su paso y dejando caer su cuerpo en la silla -. Comenzemos- enseguida la que al principio era una cara de amabilidad se transformó en furia -.  ¿Tienes idea de dónde tu querido padre puede tener al mio?- me limité a intentar coger el vaso de agua que tenía enfrente sin responder -. ¡Responde! - gritó dando un golpe seco a la mesa, lo cual hizo que el vaso se derramara en mis pantalones.

- Gracias por tirar encima de mí el vaso de agua, señor Capitán -le espeté en tono burlón -.  Iba a responderle en cuanto me aclarase mi garganta pero por desgracia ya no dispongo de bebida para hacerlo así que me limitaré a guardar mi poca habla - sentencié sonriendo.

Seguidamente el Capitán se levantó y con su vaso en mano, puso en mis labios la bebida haciendo que ésta rebosara de mi boca, mojando más mi ropa.

-Aquí tiene querido hijo del gobernador, que lo disfrute su noble garganta - acabó vaciando el contenido del recipiente sobre mi cabeza.

No podía creer lo que acababa de hacer, pero este no parecía con ganas ni intención de disculparse, dejó el vaso delante se mí y volvió a sentarse, por la expresión de su cara sabía que se estaba aguantando las ganas de carcajearse en mi cara. Aunque ahora yo me encontraba completamente mojado y furioso.

- ¿Y  bien? - dijo poniendo sus pies sobre la mesa-.  Vas a decirme lo que sabes, ¿O no? - le miré de mala gana , no quería estar en aquel lugar ni un minuto más, y menos si estaba él.

- Ni muerto.

Elevó sus cejas por lo que acababa de decir, y la verdad es que no me importaba  que le sorprendiese o tomara medidas al respecto.

- Chico orgulloso, igual que tu padre - se levantó y rebuscó en los cajones de un pequeño armario -.  Te da igual morir para proteger a tu querido progenitor pero...- sacó un puñal plateado y admiró la belleza de el arma, acariciándola con las yemas de sus dedos -. ¿Te importa que tu hermana pague el precio? - su sonrisa era escalofriante,  pero aun así no lo vi capaz de hacer aquella atrocidad. No dije nada -. ¿No te importa? Pues querido niño, a mí me importa menos.

Dicho esto apretó el puñal en su mano y caminó a grandes zancadas hasta la puerta. Pensaba que era un farol, pero era un pirata ¿Qué esperaba? ¿Qué sintiera compasión o remordimientos? Lo dudaba.

- ¡No sé nada de su padre! - los pasos cesaron. Escuché como se acercaba a mí.

- ¡Ja!, Esperas que me lo crea ¿no?-dijo con su cara a dos palmos de la mía, haciendo fuerza con el puñal en mi cuello.

- Me da igual sí se lo cree o no, yo ya le he dicho que no se nada -le respondí.

-Entonces no te importará que te haga un pequeño corte en el cuello y dejarte sangrar hasta que mueras -amenazó haciendo más presión con el arma.

-Haga lo que haga no voy a cambiar de respuesta, NO SÉ N-A-D-A -le remarqué.

-¿Sabes? Mi paciencia tiene un límite y tú lo acabas de pasar - se dirigió a la puerta y salió de la sala.

-¡Espere! ¿¡Qué va hacer!?- Exclamé nervioso.

Después de unos minutos volvió uno de sus camaradas y comenzó a desatarme.

-¿Y el Capitán, dónde está?- pregunté ansioso, tenía miedo de que le hiciera daño alguno a mi hermana, no me perdonaría por nada del mundo que ella sufriera por mí.

-Vamos, arriba - me levantó y me guió a través de la cubierta ante la atenta mirada de todos -. Hoy dormirás con el Capitán.

Thalassa // K.VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora