Capítulo 9: La fiesta (II)

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L: Estás muy equivocado. Lo hubiese podido evitar y no quise. Eso no se considera error. Ambos teníamos ganas y lo disfrutamos – respondí volteándome hacia él.

D: No te reconozco hoy – me encogí de hombros – Estás... diferente.

L: Estresada, eso estoy, muy estresada.

D: ¿Te han dolido las críticas?

L: Hay algunas de muy duras. Pero no son solo eso, es todo, ¿Me entiendes? – me aparté el rastro de dos rebeldes lágrimas.

No logré mantenerme serena, me vine abajo. David se acercó y me abrazó, calmándome. Él y su efecto tranquilizante en mí.

L: No puedo más – confesé entre sollozos acurrucándome en su pecho.

D: Puedes, tú puedes mucho más que esto Laurita. Recuerda que los problemas se irán. Sé que te pesa haber sido infiel, pero no pienses en ello ahora y deja que la gente critique, ellos son los que no saben dónde está el talento. Tú eres única, especial y los que te conocemos sabemos de verdad quién eres. Los de afuera solo buscan crear un morbo innecesario.

L: Pero...

D: Pero nada. Solo te pido una cosa, deja de fingir. Se tú, la de ayer no eras tú. Estuviste muy antipática en la rueda de prensa – asentí conforme – hoy lo medio entiendo, te han dejado sola con un niño que no es tu hijo y en una casa que se te tira encima. No cambies nunca Laurita. Yo me enamoré de una Laura maravillosa y hay ciertos aspectos que ayer y ahora no veo en ti. Jamás pierdas tu esencia por ponerte a la defensiva, ¿Vale?

L: Sí – murmuré – Gracias... – nos dimos un último achuchón y regresó al jardín.

Me lavé la cara, me puse las gafas con tal de disimular mis ojos enrojecidos y salí afuera con la tarta. Todos los niños se habían reunido alrededor de la mesa. Ella se había acomodado en la silla donde antes me había sentado yo. El resto de críos estaban de pie o en el regazo de sus padres. Hice algunas fotos mientras Adrián soplaba feliz las siete velas. Las gemelas se acercaron a mí seguidamente informándome de su partida.

Vic: ¿Mañana vendrás a por nosotras? – desde que sabían que las había oído, se mostraban más cohibidas y amables.

L: Lo intentaré.

Vir: Hemos conseguido una foto con David – anunció con una sonrisa de oreja a oreja.

L: ¿Cómo? – pregunté atónita.

Vic: Cuando ha venido del baño, aprovechando que tú no estabas... no te enfades...

L: No me enfado. Venga tirad que vuestra tía os espera.

Vir y Vic: Hasta mañana.

Algunos niños habían olvidado la tarta y se habían marchado a jugar. Ella y Adrián no. Compartían la misma silla. David y yo nos miramos y nos entendimos. Tenía razón... estábamos creando escuela. No había ni un asiento donde clavar el culo. Los peques lo debieron comprender porque se levantaron para que pudiera sentarme y ocupar mis piernas los dos. Los demás padres alucinaron viendo la soltura de Ella conmigo aunque no me inmuté. David me lo había dicho, no debía preocuparme por terceros factores ajenos a mi vida.

E: ¿Tú no comes, Laura? – me preguntó inocentemente.

L: No tengo hambre...

Su padre me lanzó otra mirada. 'Te mueres de ganas' decía. Corté un pedacito del bizcocho y lo envolví con una servilleta para no ir dejando migajas por el camino. Definitivamente sí, me apetecía ese trozo tan esponjoso lleno de chocolate que había cocinado mi suegra y privarme de un simple privilegio me parecía estúpido. Los peques regresaron al juego y los adultos decidieron que hablar de política era idóneo. Puse los ojos en blanco y me mordí la lengua. No era mi tema predilecto de conversación porque sabía cómo acababa la gente. David y yo nos dedicamos a observar y callar.

Dejemos el pensar atrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora