Capítulo 18: Las vueltas que da la vida

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Laura 19.10.2017

"Me ha mentido. Han pasado quince días y a pesar de los mensajes no ha hablado en público, me ha vuelto a dejar el marrón a mí y yo soy incapaz de salir de esta aldea asturiana y dar la cara"

En el pueblo ya era una más. Nadie me juzgaba por mis acciones, nadie criticaba a mis espaldas, me habían aceptado. Había cancelado también mi participación a Tu cara me suena por 'motivos personales y médicos' tal y como escribí en un comunicado oficial. Àngel no había dejado de visitarme, pasaba días enteros conmigo. Lo necesitaba. Todos mis amigos estaban ocupados y él era el único que sacaba tiempo para venir a Asturias a verme. No estaba conforme con la decisión de no ir al programa hasta nuevo aviso pero lo respetaba porque sabía que lo hacía por mi bien. Era jueves, estaba dolida con David y Llàcer había vuelto cargado de comida con tal de rellenarme la nevera. No se fiaba ni de mi alimentación. Apareció por el mediodía. Yo no me sentía del todo bien físicamente. Llevaba tres días vomitando, mareada y con náuseas. Con el estómago revuelto y mal cuerpo era incapaz de salir de casa.

ALL: A ver. Estás para el arrastre – dictaminó dejando las bolsas de comida sobre la mesa de la cocina – Quítate este chándal, por favor, y ponte mona, te llevo de vuelta a la civilización.

L: Ni de coña – me negué tajantemente – A Madrid no vuelvo.

ALL: Iba a llevarte a Gijón a que vieras más humanidad que cuatro viejos que juegan al dominó.

L: Uf, Àngel, es que me encuentro fatal – soplé pasándome una mano por el pelo.

ALL: Lo que estás es desanimada y desganada. Necesitas acción. Tranquila, la gente respeta tus acciones y decisiones. Si los que te conocemos lo aceptamos, no debes preocuparte por nadie más. Y no pienses en David. Te ayudo a ordenar la compra, te arreglas y nos vamos a Gijón.

No pude negarme. Bastante estaba haciendo por mí para darle otra negativa. Entre los dos guardamos los productos mientras me mencionaba lo difícil que era comprar para una mujer.

L: No era necesario que arrasases el Esclat, ¿eh?

ALL: Hasta te he traído fuet.

L: Gracias – sonreí enternecida por ese gesto. Me pierde el fuet, lo reconozco.

ALL: Dúchate y ya acabo yo.

Me pegué una ducha rápida, me vestí y un poquito de incógnito me dejé llevar. Almorzamos cerca del mar. Sus salidas me sacaron más de una sonrisa. Lo necesitaba. No lo veía desde el domingo y echaba de menos que lograra una ínfima carcajada en mí. El tema estrella quedó relegado a un rincón hasta los postres. Se podía haber centrado solo en devorar el coulant de chocolate que tenía enfrente y no, prefirió mencionar a David.

ALL: ¿Te ha llamado? – preguntó.

L: Hablamos el lunes, no acabé muy contenta.

ALL: ¿Llamada?

L: Videollamada – recalqué. Abrió los ojos como platos – ¡No seas malpensado! – exclamé – No pasó nada. Yo no hago estas cosas.

ALL: Haces peores – me encogí de hombros.

Dimos una vuelta por el centro de la ciudad. Curiosos y cotillas con mala fe se acercaron a ambos a comprobar que de verdad éramos Llàcer y Chenoa y estábamos paseando tranquilamente por la ciudad asturiana. Esa caminata fue una encerrona en toda regla. Quien me esperaba en un bar no era otra que Gisela.

ALL: Mira quien está ahí, si es Campanilla – exageró Àngel aligerando el paso.

L: Tú le has dicho que viniera, no cuela – respondí – ¿Qué tramáis?

Dejemos el pensar atrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora