Capitulo 8

4.2K 304 60
                                    

Esta vez, no estuve atada de mis manos, ni de los pies, esta vez estuve en el jardín sintiendo la brisa de el fresco aire pegando a mi rostro, mi cabello me pegaba a el rostro, me encanta este clima, tan frío pero tan caliente.

—Vaya, pero si aquí está la pequeña muchachita —sonrío.

Mire de reojo a esa persona, que permanecía atrás viéndome con una sonrisa y ojos llenos de lujuria, aún  me siento extraña después de lo que dijo, el irme con él y dejar a Shu, no es que me guste estar aquí, encerrada y cada que salga solo sea una vez al mes y justo cuando ese día donde solo sería mío llega está persona e aparece arruinando mi día por completo.

Se acercó a paso lento hacia mí y puso sus manos sobre mis hombros dándome unas pequeñas acaricias, cerré los ojos y tome sus manos quitándolas de mis hombros.

—Buenas tardes, señor KarlHeinz —dije levantándome.

—No necesitas hacer eso —sonrío.

Tomo mis manos en las suyas, tengo entendido que tiene 3 esposas y 6 hijos, me pregunto si querrá hacerme en su esposa, no lo creo, estoy alucinando mucho.

Separe con cuidado mis manos de las suyas y me aparte dos pasos de el.

¿Mis hijos te han tratado bien?—sonrío.

—No he dirigido palabra con ellos —dije sería. —Pero no han sido groseros —sonreí.

Me da gusto.

Se acercó lentamente a mí y tomo mi rostro de el mentón.

¿Acaso te he dicho lo hermosos que son tus ojos? Son de un color rosa, un color único —susurro.

Lo mire directamente a los ojos, el no se parece en nada a sus hijos, tal vez solo se parezca el menor de ellos.

—Te he traído un obsequio —sonrío.

Metió su mano a su capa y sacó un ramo de rosas con un pequeño regalo. Me extendió el regalo pero no lo tome.

—No te compromete conmigo, solo es un obsequio —sonrío.

—Ni siquiera a Shu le recibo cosas —susurre.

¿Que has dicho?—dijo aún sonriendo.

—Que no puedo recibirlo señor —dije con una sonrisa.

—Solo llámame KarlHeinz ¿acaso no puedes recibirlo? Porque será? Estoy siendo grosero?

—No es así señ.. KarlHeinz, solo no puedo aceptarlo me han enseñado que cuando se recibe un obsequio es porque tú darás algo a cambio y la verdad no tengo nada que ofrecerle a usted —sonreí. —Acaso sólo se cocinar.

El soltó una risa.

—Si que fuiste muy bien criada —sonrío. —Bien, ¿te parece que si haces la cena esta noche? Así no te preocuparas en no darme algo —sonrío.

—En realidad no tengo interés en recibir su obsequio —susurre.

¿Que has dicho?—dijo confundido.

—Na-nada —sonreí. —lo haré para que usted y sus hijos se sientan a gusto KarlHeinz.

Él me seguía viendo con esa mirada lujuriosa, ¿acaso así es su mirada? Me extendió las rosas y la cajita.

Syndrome Stockholm; Shu SakamakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora