25. Nereida está enamorada

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Un par de meses volvieron a volar y decidieron ir, por fin, a buscar a los muchachos. Esmeralda y Nereida se levantaron al mismo tiempo, prepararon un rico desayuno que disfrutaron entre risas, después se asearon y se vistieron con sus uniformes. Ambas se colocaron frente al espejo para arreglar su cabello con la mezcla de siempre. Esmeralda acomodó uno a uno sus rizos y colocó su bella diadema blanca que ahora adoraba, abrió su Ópaka y se puso un poco del perfume de cerezas, se miró al terminar; ahora era diferente, parecía una muchacha de clase alta, ya nunca tenía tierra en la cara o el cabello, y su ropa siempre estaba tan limpia y nueva.

Las chicas caminaron hacia los escritorios, tomaron los cuadernos del día, un par de cerezas y sus llaves para después colocarlo todo en los bolsos e ir hacia el cuarto de sus amigas.

Las cuatro inseparables caminaron hacia la escuela, luego despidieron a Shinzo en la entrada y continuaron su camino hacia el salón de Historia. Desde el primer día de clases la profesora Clovery y Esmeralda no se llevaban para nada bien. Un par de semanas atrás había encargado un trabajo muy importante, valía casi la mitad de la calificación. Las alumnas se levantaron una a una, atendiendo al llamado de la profesora, a entregarle el trabajo a la mujer y a exponer sobre el tema.

—Esmeralda Daar —leyó la profesora de su lista haciendo una mueca. La chica se levantó, le entregó el trabajo escrito, la mujer empezó a leerlo de inmediato, y se colocó al frente del salón.

—Hace varios años en la antigua Imperia, existió un gobernante llamado...

—Siéntate.

—Pero, todavía no he expuesto —replicó Esmeralda confundida.

—Dije que te sentaras. —La chica obedeció de mala gana y comenzó a avanzar lentamente hacia su lugar. —Y de camino llévate esta porquería —dijo la educadora extendiéndole su trabajo escrito.

—Si continúa así terminarás repitiendo su materia —le dijo Nereida en voz baja a su amiga mientras otra compañera tomaba el lugar del frente.

—Lo sé, pero la pobre mujer está tan desquiciada que...

—¡Esmeralda! —gritó la profesora—. Tu compañera está exponiendo y ella sí hizo un buen trabajo, así que guarda silencio y siéntate derecha.

La muchacha obedeció de mala gana, otra vez, pero de nuevo no puso nada de atención al resto de la clase. Pasaron los minutos y el día finalizó con una hora de Contabilidad, la clase fue divertida, Nereida y Esmeralda se reían en voz baja por cualquier cosa que pasara, resolvieron la práctica rápidamente y las dejaron salir antes. 

Esmeralda decidió llevarla hasta el sauce llorón al que caminó cuando la profesora Clovery no la dejó entrar a clase, se sentaron cómodamente en el pasto y comenzaron a charlar. Nereida le habló de lo emocionada que estaba por conocer al fin a Iniesto que, al parecer, se convirtió en su único tema de conversación.

Fue un largo día de clases, Esmeralda, Kimiosea y Nereida esperaron a Shinzo frente a la puerta y cuando se encontraron con ella, todas corrieron al dormitorio a dejar sus cuadernos y salir hacia el de los futuros soldados.

Un edificio tan distinto al suyo, su fachada era de piedra y las ventanas tenían vitrales con el escudo del Coralli. Se encontraron con dos chicos que iban saliendo a los cuales preguntaron por sus amigos, los chicos entraron y poco después Dimitri e Iniesto salieron con ellos. Todas saludaron y Esmeralda, que había estado escuchando sobre Iniesto todo el día, quería que por fin Nereida le hablara, así que la acercó al susodicho.

—Hola, no sé si me recuerdes, nuestros padres tienen tratos importantes y te había visto por ahí —dijo nerviosísima Nereida.

—No, no te recuerdo —contestó el chico indiferente y un poco grosero

—Ah, bueno, pues, me agradaría, si algún día...si tú quieres, ir a un día de campo o algo parecido.

—Pues... —Iniesto se pasó la mano por su cabeza y miró a Dimitri quien estaba conteniendo la risa—. Sí, sí, supongo que algún día.

—Tenemos que ir a la biblioteca. ¿Nos acompañan? —preguntó Dimitri terminando con la incómoda escena.

Esmeralda y sus amigas aceptaron y todos partieron juntos a la escuela. Iniesto, Kimiosea, Shinzo y Nereida tomaron una mesa del piso de arriba de la biblioteca y Dimitri, junto con Esmeralda, partió a buscar los libros en cuestión.

—No era necesario que tu amigo le contestara así a Nereida —dijo Esmeralda mientras revisaba los lomos de los libros.

—¿Qué más podía hacer? Tu amiga siempre lo ha atosigado —contestó Dimitri hojeando un par de libros. Se detuvo en seco cuando notó que la chica se quedó perpleja.

—¿Quieres decir que sí la recordaba?

—¡Claro que sí! ¿Cómo no iba a recordar a la chica que se la pasaba mirándolo de manera obsesiva? —susurró el muchacho haciendo un gesto de asco.

—Debería darle una oportunidad —argumentó Esmeralda dándole un libro a Dimitri—. Éste es el que buscabas.

—Gracias, pues... No creo que quiera pero qué te parece si vienen a pasear a caballo con nosotros cuando acaben los exámenes. Les traeríamos tres corceles para que ustedes también monten —propuso el muchacho tomando otros tres libros y apilándolos en sus manos.

—¡Pero no sabemos montar!

—Ese no es problema, nosotros les enseñaremos y obviamente tienen a los mejores mentores de toda Imperia, además, irán un paso adelante que sus compañeras. En segundo año llevan la materia de Equitación —dijo Dimitri con aires de grandeza. Dieron la vuelta a un estante cuando el muchacho chocó con una persona y al caer tiró todos los libros—. Pero, ¿qué no se fija por donde va?

—¿Señorita Mudra? —preguntó Esmeralda al reconocer a la mujer que estaba tumbada en el suelo sobándose la cabeza.

—¡Esmeralda! No te había visto desde, pues, lo de la carta —dijo la mujer levantándose para recoger sus libros.

—Yo tampoco, señorita —contestó Esmeralda ayudándole.

—Gracias por cubrirme, de verdad. —Sonrió la bibliotecaria y se fue.

—Qué extraña señora, nunca me ha caído bien —dijo Dimitri levantándose, Esmeralda rió un poco y ayudó a su amigo con los libros.

—...Y entonces, ¿cuántos hermanos tienes? —preguntaba enérgicamente Nereida a Iniesto.

—Ninguno, soy hijo único —respondió el muchacho sin mirar a la ilusionada chica.

—Encontramos los libros —dijo Dimitri sentándose en la mesa junto a Shinzo que estaba hundida en el aburrimiento—. Le decía a Esmeralda que sería genial si pudieran venir con nosotros a montar a caballo después de los exámenes.

—¡Sí! —gritó enseguida Nereida.

—Si ya no queda más remedio —respondió desanimada Shinzo que estaba casi derretida en su silla.

Pasaron horas con Nereida rogándole a Iniesto por más plática, Kimiosea leyendo un libro, Shinzo derretida y callada en su lugar, y Esmeralda y Dimitri tratando de guardar la compostura y no estallar en carcajadas por la divertida plática que sostenían. Cuando llegó el tiempo, todos se despidieron y caminaron de regreso a sus habitaciones a prepararse para dormir.

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-Sweethazelnut.

Imperia: Corazón de Esmeralda  | Primer libro ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora