Imperia: Corazón de Esmeralda | Primer libro ✨

10. Nueve mil niros

Dos años fluyeron como el agua. Era el momento, Kimiosea y Esmeralda habían cumplido ya los dieciocho años. Como siempre, el impecable sol acompañaba a Esmeralda y a su madre de regreso a casa. Pensaban en todo lo sucedido en los últimos años. Ahora la chica ya se encontraba bien, preparada. Cuando Mim y su hija pudieron observar su hogar se dieron cuenta de que ahí estaba Kimiosea con un frasco enorme lleno de niros en una mano y una hoja de papel en la otra.

—¡Esmeralda! —dijo la muchacha.

—¡Kimiosea! —gritó con emoción Esmeralda mientras alcanzaba a su amiga.

—¡Hola, Señora Daar!

—Hola, Kimiosea. —Mim sonrió y abrió la casa.

Las chicas entraron corriendo, Kimiosea se sentó en el comedor y colocó el frasco sobre la mesa. Esmeralda salió como bala hacia su cuarto y regresó con un frasco como el de su amiga. Las chicas se miraron y Kimiosea extendió la hoja de papel sobre la mesa: «Convocatoria para trámite de beca. Coralli». Ahora era un anuncio nuevo y este era el año de su amiga y el suyo. Ambas comenzaron a contar, Mim las observaba desde la cocina. Pasaron horas, las chicas no paraban de decir números, cuando de un momento a otro, se detuvieron.

—¡Esmeralda, faltan nueve mil niros! —dijo desilusionada Kimiosea.

—No puede ser, ¡no conseguiremos el dinero para mañana! —Esmeralda se recargó tristemente sobre la mesa.

—Niñas, tengan esto —interrumpió Mim, dándoles un pequeño frasco—. Lo reservé para ustedes, espero que ayude. —Esmeralda tomó el recipiente y contó rápidamente su contenido.

—Sólo tres mil niros —concluyó al fin la chica con un hilo de voz.

Mim miró tristemente a Esmeralda y a su amiga. Si este año no ingresaban al Coralli, no podrían hacerlo jamás. Ellas necesitaban la beca completa, pero el pago de la inscripción era obligatorio para todos, no podía creerlo; la mujer dio media vuelta y siguió en sus labores.

—¿Puedo quedarme a dormir? —dijo tristemente Kimiosea—. No tengo ganas de ir a casa.

—¿Puede? —preguntó Esmeralda a su madre, la cual asintió.

La fría y triste noche cayó sobre las tres. Mim preparó sábanas para que Esmeralda y su amiga durmieran en el mismo lugar. La luna se colaba por la habitación. Mim las despidió y se fue a su cama, Esmeralda y su amiga se quedaron charlando un rato.

—Toda mi vida soñándolo —dijo Esmeralda mirando al techo.

—Lo sé —Kimiosea miraba al mismo punto que su amiga.

—Me siento muy mal. ¿Sabes qué es lo único que me anima siempre? —comentó Esmeralda, levantándose de repente de su cama—. ¿Quieres una? —La chica tomó un frasco lleno de cerezas que tenía en una mesita.

—¡Claro!

Esmeralda trataba de abrir el frasco, pero no pudo. Lo intentó más fuerte, pero este se le resbaló de las manos y se rompió en mil pedazos dejando caer las pequeñas cerezas por todos lados. Mim entró corriendo al cuarto con el rostro lleno de susto, Esmeralda se disculpó y comenzó a limpiar con ayuda de su amiga.

—Creo que una quedó tras de ese mueble —dijo Kimiosea con las manos llenas de los pequeños frutos.

—Voy a revisar. —Esmeralda movió la mesa y vio algo que la dejó muda: la bolsita que le dio Ezra años atrás. La chica la abrió apresuradamente, mientras Kimiosea llevaba las cerezas a la cocina y Mim regresaba a dormir. Esmeralda contó los niros desesperadamente—. ¡Kimiosea!

—¿Qué pasa? —dijo su amiga entrando de nuevo a la habitación.

—Mira. —Le mostró la bolsita y los niros—. Son seis mil. —El rostro de Kimiosea se iluminó.

—¡Lo logramos!

—¡Sí! ¡Lo hemos hecho, amiga! —Esmeralda y Kimiosea se abrazaron, toda la felicidad inundaba a las muchachas, su sueño estaba a punto de cumplirse.

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-Sweethazelnut.