12. De Lizonia a Beroa y Farblán

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Las chicas se miraron entusiasmadas, charlaron por horas y horas. Cada instante era una probadita de su hermoso sueño hecho realidad. En el aire se sentía la paz de aquel día, el cielo se mantenía azul y firme, se posaba coronando a verdosos campos rociados con flores de todos los colores. Mientras el cidro se alejaba de Lizonia, el aire se saboreaba un poco más dulce, un aroma de chocolate. Y así era, habían llegado a Beroa, región de Imperia productora de chocolate. Kimiosea y Esmeralda miraron maravilladas la ventana, un hermoso paisaje otoñal se levantaba en aquel lugar.

De pronto, el cidro se detuvo, habían llegado al centro de Beroa. Los cidros debían regresar a Lizonia y las chicas ahora tenían que subir a un «samuar», el medio de transporte de Beroa. Éste constaba de una serie de vagones jalados, cada uno, por hermosos caballos; los samuares eran bastante cómodos para viajar ya que podías hacerlo sólo o con los acompañantes que quisieras, ocupando todo un vagón.

Esmeralda y Kimiosea descendieron del cidro y miraron alrededor, aquel lugar era indescriptible. Las chicas tenían mucha hambre, así que decidieron dar una pequeña vuelta antes de subir al samuar. Encontraron un lugar en el que vendían tazas de chocolate espumoso y deliciosos platillos propios de Beroa, entraron y pidieron una mesa. Cuando se vieron comiendo al fin, Kimiosea alcanzó a notar a un chico que estaba sentado cerca de su mesa. El joven tenía el cabello café claro, la tez blanca y los ojos verdes, Kimiosea esbozó una sonrisa que el muchacho correspondió amablemente, la chica se ruborizó ligeramente y continuó comiendo. Pasado un tiempo el muchacho se fue, Kimiosea y Esmeralda terminaron de comer unos momentos después, cuando las jóvenes se dirigían a pagar, la encargada le extendió una nota a Kimiosea.

—¿Qué es esto? —preguntó la rubia sorprendida.

—El joven que estaba sentado por allá me pidió que te lo diera. —Kimiosea se ruborizó de inmediato.

—¿Qué esperas?, ¡léelo! —dijo emocionada Esmeralda.

La risueña chica desdobló la nota y decía:

«Bella dama, ojos de oasis, piel como plumaje de garza. Agradezco tu presencia en un día tan triste como este, no esperaba tan hermosa estrella en medio de este oscuro cielo. Aunque nunca tenga el placer de conocerte, como ya dije, te agradezco. Esa bella sonrisa significó todo para mi, hoy

Kimiosea extendió la nota en dirección a su amiga y ésta la leyó atenta.

—Ni un día en Beroa y ya tienes pretendiente —dijo pícaramente Esmeralda.

—Basta, ni siquiera lo conozco —respondió en tono suave su amiga.

Después de pagar los niros por la comida y algunas provisiones, pues atravesar Beroa tomaba dos días, las chicas subieron a un samuar. Acomodaron sus cosas y se recostaron sobre el amplio vagón que tenía pequeñas ventanas a los costados.

Kimiosea miraba la nota y después a las estrellas, ¿quién era aquel muchacho? Su mente no dejaba de dar vueltas alrededor del asunto, aquella noche no pudo dormir

.

Esmeralda respiraba el fresco aire de una nueva mañana, no pensaba ni reflexionaba, simplemente se encontraba sumergida en el precioso momento. Kimiosea, por otro lado, buscaba algo en su mochila.

—Amiga, mira lo que me dio mi mamá —dijo Kimiosea sacando una caja color azul.

—¿Qué es?

—Papel, tinta y sobres —dijo la rubia joven abriendo la tapa de la caja—. Así, escribiré a mamá cuando lleguemos al Coralli, puedo prestártelo si quieres, para que también te comuniques con tu madre. —Esmeralda sonrió y abrazó a su amiga.

El camino continuó, Beroa era una región preciosa, con tonos sepia por doquiera. Aquel ambiente era hipnotizante, cada árbol, cada flor.

Cuando menos se dieron cuenta se quedaron dormidas, al despertar, notaron que ya habían cruzado la frontera entre Beroa y Farblán, la última región antes de llegar a Cristaló. Las muchachas bajaron del samuar e inmediatamente subieron a un «cileo» que era una especie de carruaje, pero más grande, jalado por ocho caballos negros. El cileo transportaba doce personas por viaje, era muy cómodo viajar a través de éstos aunque era menos espacioso que el samuar.

Kimiosea y Esmeralda miraban por la ventana a Farblán, aquel lugar era muy oscuro, con sólo mirarlo daba escalofríos, casi no había vegetación y el cielo era un poco grisáceo. Farblán producía mucho hierro para el resto de las regiones, era un lugar muy serio. La noche cayó de nuevo, ninguna de las dos pudo dormir bien, la emoción de estar a punto de llegar a su más grande ilusión no las dejaba en paz.

 La noche cayó de nuevo, ninguna de las dos pudo dormir bien, la emoción de estar a punto de llegar a su más grande ilusión no las dejaba en paz

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-Sweethazelnut.

Imperia: Corazón de Esmeralda  | Primer libro ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora