89. Revelaciones

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Al siguiente día partió directamente al estudio de Ciro, al menos aquel era su trabajo y podría acudir a él sin remordimiento... ¿Enamorada de su mejor amigo?... No, no podría ser, era imposible, además de extraño y triste. Una amistad de tantos años arruinada por una tontería. Quería olvidarse de ese asunto y mejor buscó concentrarse por completo en Ciro.

—¿Cómo vamos con lo del enfrentamiento con Nauqueliter, señor? —preguntó Esmeralda con un cuaderno de notas en la mano.

—Bastante bien, debo admitir. Muy controlado, gracias a nuestra alianza con Yosai... Por cierto, quería consultarte algo, algo un poco más personal —dijo Ciro levantándose para sacar algo del cajón de su fino escritorio—. Llevo casi dos meses de conocer y convivir con la reina Tsukii. Quiero que me aconsejes, como amiga, no como mi consejera, ¿de acuerdo? —planteó el hombre, mientras que la chica aguardaba que aquel golpe no fuera a caerle tan fuerte—. ¿Crees que es muy pronto para pedirle que sea mi esposa? —preguntó Ciro mostrándole a Esmeralda una sortija de matrimonio.

—Yo... —Las ganas de decir que sí, que sí era muy pronto, la devoraban; pero ese brillo en los ojos del Rey la hizo cambiar de opinión—. No creo que sea muy pronto, de hecho, creo que es lo mejor, Imperia necesita una reina.

—Justamente en eso había pensado —contestó sonriente el muchacho—. Creo que será una fabulosa reina.

—Es cierto, su majestad —pronunció con dificultad la chica—. ¿Puedo retirarme? No me siento muy bien.

—Claro, Esmeralda. Hoy me has dado el mejor consejo de mi vida —dijo el joven Rey y su consejera reverenció y se retiró a su habitación.

¿Cómo pudo ser tan tonta? Creer que el rey de Imperia se fijaría en ella pero eso ya no tenía más remedio. Se comenzó a cepillar el cabello para tranquilizarse, pero no podía, la mano le temblaba y tenía el estómago lleno de emociones. 

En un golpe de emoción, Esmeralda arrojó su peine de plata a la pared. Cuando golpeo el muro, notó que sonaba hueco, la dama se tranquilizó y caminó lentamente hacia la pared. Comenzó a quitar ansiosamente el fino tapiz y se quedó maravillada al notar que detrás había una especie de puertecilla del tamaño de un libro; la abrió con cuidado, pues no tenía cerradura, dentro había una cajita de madera con una «M» y una «V» en ella. A Esmeralda la recorrió un escalofrío extraño, la abrió lentamente, dentro había una carta, una foto y una cajita musical.

La chica tomó la cajita entre sus manos, sonrió de inmediato, era color plata con jade, tenía un dragón en la parte de arriba y hermosos grabados a los costados. Esmeralda le dio cuerda de inmediato y comenzó a sonar una hermosa melodía, era tan relajante, por alguna razón la hacía sentir como en su hogar; la dejó a un lado mientras seguía sonando; sacó la foto, en ella, se observaba a una bella joven con un bebé, la mujer tenía rizos en todo su rubio cabello que sostenía una enorme corona y sus verdes ojos miraban con ternura a la pequeña criatura que tenía en sus brazos. Dejó la foto junto a la cajita y tomó la carta entre sus manos, en ella decía: «Para mi pequeña», la abrió ansiosamente, pero tratando de no romper nada.

Mi pequeña:

No sé cómo te encuentres ahora, pero con todo mi corazón espero que estés bien. Dejo esta carta con la esperanza de que algún día, por azares del destino, la encuentres.

Mi bella Esmeralda, estás destinada a algo muy grande, no te imaginas cuánto, desde el momento en que naciste sabía que serías una excelente princesa. Espero que no hayas olvidado esas tardes en el Gran Balcón, cuando te arrullaba en mis brazos al sonar de la cajita musical que también me arrullaba a mí de niña; sé que es insensato pensar que lo recuerdes, pues apenas tenías unos meses de nacida cuando fuiste arrancada de mí.

Imperia: Corazón de Esmeralda  | Primer libro ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora