IV. Acaecimiento

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Después de ese asunto con el contrato de sangre y todo eso, la vida de ambos chicos siguió bastante normal, haciendo las mismas cosas de siempre. De hecho al día siguiente le entregaron nuevamente las velas a la anciana de los pies, y gracias a los volantes de Blake, si llegaron nuevos clientes, que quedaron contentos con los productos, ignorando los prejuicios de que un brujo no es tan bueno como una bruja.

Hablando de aquello, Dyan no había hecho más que mejorar con la compañía del hombre lobo. Le trajo más clientela, comenzó a practicar a volar en escoba, recordando viejos tiempos. Blake lo acompañaba en bicicleta y juntos recorrían la ciudadela de Tziwa andando de allá para acá. A veces aprovechando de hacer entrega de velas a algunos clientes que preferían no salir de su hogar.

Y ahora que Blake era su esclavo, no sentía pena en gastar materiales para hacer mejores velas matalobos para el mayor, después de todo, le pagaba con su vida.

Ese era el mayor beneficio que sacaron ambos del contrato, porque la verdad, Dyan no dejó de llamar al lican por su apodo. Por algo no le gustaba su nombre real, y el brujo sinceramente se lo iba a respetar, no tenía razones para llamarlo Boris, a menos que fuera necesario.

De hecho, sólo una vez lo llamó así en estos dos meses y fue para obligarlo a que se tomara una medicina que no podía convertir en vela, porque perdería sus propiedades, para quitarle el resfriado de verano que se agarró.

Luego de llamarlo por su verdadero nombre, Dyan se sintió culpable todo el día por obligarlo a hacer algo que no quería, pero es que había perdido la paciencia ya.

De todos modos, Blake le agradeció al final de la tarde que lo viniera a cuidar al departamento y le diera la medicina asquerosa, porque ya se sentía mejor y valió la pena.

Fuera de eso, nunca más usó su nombre para esclavizarlo en algo.

Todo continuó bien, hasta que Dyan comenzó a ver círculos de invocación por todas partes.

Se lavaba los dientes en el lavabo de su mini baño en el ático, y en el espejo veía como se dibujaba por si solo un circulo de invocación, pero se borraba con el vapor de su respiración.

Después a la hora de las pociones, en el humo de sus creaciones veía círculos y estrellas, o triángulos dentro de círculos y otros símbolos típicos de peticiones y llamados para demonios.

Algún diablillo quería comunicarse con él y buscaba ser invocado.

Este tipo de cosas eran comunes en la vida de las brujas, pero Dyan no quería correr ningún riesgo. No era tan fácil, ya que, ahora que tenía un esclavo en nombre del Señor de Las Tinieblas, era un siervo de mayor importancia que una bruja común y corriente, y podrían querer comunicarse con él, demonios peligrosos y embusteros. Debía ser cuidadoso.

Pero también podía tratarse de Zalir. La hermana gemela de Lilith y su diablilla guardiana más amable y confiable (bueno, para algunas cosas más que otras).

El problema es que, como no era un brujo entrenado en el arte de la invocación, no se sabía los círculos de memoria, sólo el de Candlewitch, nada más.

No tenía cómo saber de qué demonio se trataba, a menos que tuviera un libro con todos sus círculos.

Así que se puso a buscar como loco en las estanterías, porque sin duda, su madre debía tener uno, o eso esperaba.

El problema es que tenía toda la tienda patas arriba y no lo encontraba, para remate ya estaba cansado de ver los llamados del demonio por todas partes.

- Perdón por llegar tarde- habló de repente Blake abriendo la puerta, esa mañana- me quedé dormido, pero ya llegué... ¿vamos a recolectar a Cheloveq, Dyan?- le dijo todo de corrido el lican al entrar y desabrigándose por el calor que hacía dentro del Caldero, y es que no había ninguna ventana abierta, todo estaba como si aún no abriera la tienda y para peor, el brujito no estaba en el mesón- ¿Dyan?- lo llamó de nuevo, inclinándose sobre el mostrador para ver al brujo en cuclillas buscando algo entre los estantes.

The Fourth One - Naruhi16Donde viven las historias. Descúbrelo ahora