XIII. Héroes

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Después de semejante discusión en la oficina del alcalde, lo único que hicieron nuestros protagonistas, fue descansar y curar las heridas de Francis.

Las quemaduras en la piel de los vampiros eran realmente horribles, sobre todo para los más viejos que eran casi puro pellejo sobre huesos, con una leve circulación.

Pero afortunadamente, Francis tenía un cuerpo saludable, y un estado físico similar al de un no-muerto común y corriente, lo cual era excelente para un vampiro.

Todo gracias a la dieta de agua de coco, té de sangre, y algunos frutos rojos. Los demás vampiros se limitaban a cazar seres vivos para beber su sangre y si escaceaba el alimento o este era de mala calidad, su estado de salud también lo era.

- Creo que eso bastará...- suspiró de repente Ephixia, interrumpiendo el silencio que se había mantenido desde que comenzaron a curar las heridas al peliblanco- ya parece como nueva- finalizó su curación mirando la carita limpia de Francis.

- Muchas gracias, amigos- les dijo el atendido, haciendo una leve reverencia con la cabeza.

- Por favor, no lo vuelvas a hacer, nos asustaste...- le pidió maternalmente Ephixia.

- Es que no pude evitarlo...- suspiró aún algo agitado- sentí que si no nos alíabamos con ellos ahora, no podríamos nunca...- se excusó mirando el suelo algo arrepentido por haber preocupado a sus compañeros de esa forma.

- Bueno, por lo menos el alcalde se veía con ganas de ayudar, lo convenciste- le elogió Dyan, habiendo notado la nobleza en ambos corazones.

- Y esto ya no parece tanto una locura, al parecer es en serio algo verídico- murmuró Blake más para si mismo, pero aún así el resto lo escuchó.

- ¿Viniste hasta aquí sin estar seguro de ello?- le cuestionó Ephixia, guardando todo en el botiquín que solía ser del barco, pero ahora traía para el viaje.

- Vine más como sirviente y amigo de Dyan, la verdad- confesó avergonzado, parafraseando sus verdaderos sentimientos hacia el brujo.

Dyan lo miró sorprendido y recordó que efectivamente Blake era su esclavo, ante los ojos de Satán y Lucifer.

Por un momento, se preguntó si la lealtad del lican era porque era buena persona y lo quería o por miedo al infierno. Pero la mujer hada interrumpió ese pensamiento.

- Ah, cierto; ¿no quieren comprar algo para comer? El mercado se ve grande y ya no nos quedan reservas- les dijo revisando el cajón tras el mostrador, que habían seleccionado para guardar comida.

Ephi con su magia de hada, reducía el tamaño de los peces y latas de comida, guardándolas en espacios pequeños. Y con el hielo de Aaron, se mantenían frescos. Pero ahora sólo habían unos pocos vegetales y una lata de atún, lo cual no era suficiente para alimentarlos a todos.

- ¿Vamos, chicos?- se puso de pie Aaron, mirando a Dyan y Blake, quienes lo imitaron.

- ¡Si!- respondieron al unísono y lo siguieron a la salida de la carpa y fueron a turistear.

El pueblo era pequeño en comparación a ciudadelas como Tziwa, pero era enorme para ser algo levantado de la nada hace 10 años.

Se pasearon por el centro y de inmediato llamaron la atención de todos.

La gente era amigable, algunos se alejaban temerosos, pero la mayoría les preguntaba de donde venían y para donde iban; sobre todo los niños.

- ¿Es verdad que si los hombre lobo muerden a sus víctimas, estas se transforman también?- les preguntaba un chiquitito que los seguía, junto a su hermano que trataba de agarrarle la cola a Blake, pero este la movía para todos lados.

The Fourth One - Naruhi16Donde viven las historias. Descúbrelo ahora