Capítulo XI

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Apartó las sábanas incapaz de estar por más tiempo en la cama, era inútil intentar conciliar el sueño. Miró a la muchacha que dormía ajena al nerviosismo que le producía tener a alguien durmiendo junto a él. Siempre dormía solo.

Siempre.

Solía marcharse de casa de sus amantes después de haberse satisfecho mutuamente y en ese momento, con ella allí, junto a él, era incapaz de descansar. Se pasó las manos por el rostro tratando de despejarse y rotó los hombros antes de levantarse. En el más absoluto silencio se puso las prendas precisas para no alarmar a nadie con su desnudez, en el hipotético caso que alguien estuviera levantado a hora tan temprana. Faltaba unas horas para el amanecer y él volvería a Londres tal y como estaba previsto.

Miró a la morena que tanto placer le había proporcionado durante la noche. Había sido tan entregada y receptiva que lamentó la vida que llevaría a partir de ese día. La mayoría de los clientes, por no decir todos, con los que toparía en su vida no sabrían apreciar su sentido del humor ni su brillante personalidad, simplemente le abrirían de piernas y tras unas pocas embestidas darían el asunto por terminado y ella pocas veces volvería a sentirse inflamada de deseo y repleta de lujuria. Tal vez consiguiera a un hombre que no le importara su oficio y entonces pudiera tener con él, lo que sin duda le faltaría al prostituirse.

No le gustó demasiado el rumbo que estaban tomando sus pensamientos. Esa muchacha no merecía aquella vida y si estaba en su mano, le proporcionaría una alternativa.

Sintiéndose mejor con él mismo tras haber tomado la decisión, la miró por última vez antes de salir de la habitación y sentir el deseo de volver a meterse entre las sábanas y despertarla con besos tórridos y con caricias que la harían volver a gemir, pero comprendía que, para haber sido su primera vez, la había tenido bastante entretenida y sin duda sentiría molestias en cuanto despertara.

Sonriendo y necesitando más fuerza de voluntad de la que quería admitir, se escabulló de la estancia en completo silencio.

***

Liseth se despertó con el sonido de un carruaje y el relinchar de los caballos.

¿Qué hora sería?.

Se desperezó con lentitud dispuesta a seguir durmiendo pero de pronto el recuerdo de lo ocurrido durante la noche la golpeó con fuerza. Se sentó de un salto en la cama y miró a su lado rápidamente, pero el lugar se encontraba vacío. Pasó la mano sobre las sábanas y al notarlas frías supo que él, se había levantado hacía rato.

Su marido.

- Mi marido.-

Rió al decir en voz alta lo que apenas se atrevía a pensar. Era tan increíble que su vida hubiera cambiado de la noche a la mañana que se pellizcó con fuerza y cuando el dolor, y el enrojecimiento de la piel, se hizo presente supo que no soñaba. Ella era la esposa de Damon Ibree, conde de Arlington. El hombre más atractivo, guapo, encantador y perfecto con el que sin duda había tenido el placer de encontrarse.

Se apresuró a vestirse pero relentizó sus movimientos al pensar que tendría que mirarlo a los ojos después de todo lo que habían hecho durante la noche. Un escalofrío le recorrió la columna vertebral al rememorar cada beso y las caricias atrevidas que habían compartido, la forma en la que él le había hecho el amor y las partes donde la había tocado sin pudor alguno. Se abanicó con las manos debido al sofoco que su cuerpo estaba experimentado y tuvo que sentarse porque las piernas le comenzaron a temblar de la impresión.

Si esa había sido su primera noche, estaba deseando saber lo que le deparaban las siguientes, porque sin duda alguna aún le quedaba mucho por aprender.

Saga Londres 3 " Atrapado en ti "Donde viven las historias. Descúbrelo ahora