Tony y Steve se miraron fijamente, sin parpadear, en completo silencio. A Tony le empezaron a picar los ojos después de mantenerse durante unos minutos en aquella tensa posición, pero temía que un simple pestañeo fuera suficiente para que todo se desarrollara en aquella habitación de la peor manera posible. Quizás estaba siendo un poco dramático, pero no se quitaba esa desagradable sensación de la boca del estómago.
Después de tanto tiempo envueltos en aquel silencio, Tony temió que a Steve le hubiera dado una embolia viendo el trance en que el que parecía estar sumido. Directamente lucía como una estatua. Quizás debería comenzar a llamarle Edward Cullen en lugar de capipaleta, pensó Tony distraídamente. Porque siempre era buen momento para pensar en nuevos motes para el capitán. Una pequeña venganza por todas las veces que le había hecho comer el suelo durante los entrenamientos hechos en el gimnasio. Pero en lugar de empezar a usarlo, Tony prefirió guardar silencio y darle al desconcertado Steve la ventaja.
—¿Qué hago aquí? —preguntó repentinamente Steve con voz ronca.
—No puede ser —comenzó Tony compungidamente—, ¿no recuerdas lo que ocurrió anoche?
Tony lo hizo muy dramático, a modo de broma, intentando romper el pesado bloque de hielo que se había formado entre los dos al cruzarse sus miradas. Sin embargo, la reacción de Steve fue más tensa de lo que esperaba. Steve lo observó alarmado, con los ojos muy abiertos, y Tony juraría que se había olvidado de respirar.
—¿Steve? —lo llamó, preocupado—. ¿Estás bien?
—Nosotros..., realmente...
Quizás Steve no iba a sufrir una embolia en su cama, pero sí un ataque al corazón. No tenía ganas de coprotagonizar un capítulo de 1000 maneras estúpidas de morir y verle tan preocupado y fuera de lugar, como jamás lo había visto, le dio a Tony muchísima lástima.
—Ey, capipaleta, era una broma. No pasó nada, respira.
—¿Cómo qué... ? Explícate, Stark. Qué pasó anoche —solicitó Steve, con el ceño fruncido y la mandíbula tensa por el enfado.
—Fui a la cocina anoche y te encontré allí, parado sin hacer nada. Te hablé y no me contestabas, así que me pareció raro. Y entonces me di cuenta de que estabas sonámbulo.
—¿Sonámbulo, yo?
—Sí, tú. ¿Has tenido episodios de estos antes?
Steve negó rápidamente.
—He tenido problemas de conciliación del sueño, pero no recuerdo nada sobre padecer sonambulismo.
—Quizás se deba a algo de tu vida ahora; algo tiene que haber cambiado para que te haya empezado, supongo. Aunque esto es mejor que lo hables con un médico.
Steve se levantó de la cama, quedando sentado sobre el colchón, aún con las piernas bajo las mantas. Tony le imitó.
—Eso no explica por qué estoy en tu cuarto.
—Bueno, en líneas generales te abrazaste a mí y no había manera de que me soltaras —explicó Tony a bocajarro, intentando quitarle hierro al asunto. Por la forma en la que Steve trataba todo aquello, sentía que lo de anoche había sido su luna de miel en lugar de aquel inocente y extraño lío—. Te adueñaste de mí como si fuera tu osito de peluche, así que te traje conmigo.
Steve asintió con rapidez, cosa que molestó a Tony. Con lo puntilloso y arcaico que había sido con las preguntas anteriores, ¿y esa respuesta se la tragaba tan fácil? ¿Con guarnición de bromas y todo?
—¿No te extraña eso?
—Es la única razón lógica que veo para estar ahora en tu cama. Y si no, bien podría comprobar las grabaciones de seguridad. Así que no creo que me mientas. Sin embargo —reflexionó, aturdido—, ¿por qué lo hice?
Parecía más una pregunta para si mismo que para Tony, así que este permaneció en silencio y no contestó. Solo contempló como un ensimismado y aturdido Steve se desprendía de las mantas y salía de la habitación a los pasillos de la silenciosa torre.
Lunes, 19 de febrero de 2018
¡Hola a todos, lindas flores!
Pues nada, el bello durmiente despertó, aunque creo que estaba más lúcido en sueños que despierto. ¿Cómo lidiará este par con la situación?
Pues con esto y un bizcocho, ¡nos leemos pronto!
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Sleepwalker
FanfictionEntró silenciosamente en la habitación y se encontró de lleno con la conocida espalda de Steve. Incluso con esa anticuada ropa de pijama de algodón, era imposible no reconocer esos anchos hombros y las finas caderas que lo hacían parecer un picante...