De forma vaga, Tony miró la hora en una de las tablets superpuestas en un extremo de la mesa de trabajo. Eran ya las dos de la madrugada y él estaba en pleno apogeo en su taller. Era relajante ponerse a trabajar en cuestiones que sentía que sí podía solucionar, que al menos bastaban de una ecuación matemática bien planteada y ejecutada para que todo tuviera un final feliz. Era una pausa para su mente, que había estado pensando sin parar en el problema sin solución que era el hombre que estaba con él en el taller.
Steve Rogers estaba en el sillón tras de él, en el cual se había sentado cómodamente para leer uno de los libros que tenía apuntados en su famoso cuaderno. Estuvo a punto de reírse cuando vio que llevaba consigo La Comunidad del Anillo de Tolkien bajo el brazo. Si no lo hizo fue meramente porque tenía ganas de ver cómo se quedaba Steve después de leerlo. Después de todo, viviendo en un mundo tan acostumbrado a la fantasía y a la ciencia ficción propios de la literatura y el cine, podía ser interesante tener la perspectiva de alguien que jamás se había visto tocado por todo eso. Y por lo mucho que podría tomarle el pelo.
Steve se había unido a él a su taller cuando le había planteado su decisión de ponerse a trabajar después de cenar. Se lo había planteado nada más volver de Central Park y, con el objetivo de evitar que Steve pudiera acabar danzando por la torre sin rumbo fijo, habían acordado encontrarse allí.
Cada uno se mantuvo centrado en sus pensamientos. Al ver que toda la atención de Tony parecía fija en las diminutas piezas sobre su mesa de trabajo y en los planos que mostraban las diferentes tablets que lo rodeaban, Steve se mantuvo leyendo en completa calma. Tampoco fue que le importara. Era un cómodo silencio el que se había establecido entre los dos. Aunque el mutismo solo permitía que Steve pudiera darle fuelle a pensamientos en los que no quería centrarse. Quería focalizar su atención en el libro, pero la conversación que habían mantenido en el parque reclamaba su atención.
No habían vuelto a hablar del tema, pero Steve había sentido como si Tony lo hubiera estado rondando instintivamente, cerca de la cuestión pero sin dar el paso para acercarse. Steve no sabía qué pensar sobre la teoría de Tony, como tampoco sabía cuáles eran las intenciones reales de Tony con ese extraño baile de preguntas y comentarios a su alrededor.
Tony, en cambio, simplemente había decidido respetar su espacio. Después de todo, lo peor que podía pasar era que Steve caminara sonámbulo, que lo buscara sonámbulo. Algo que podía arreglarse fácilmente mientras lo mantuviera cerca de él por las noches. Algo fácil viviendo en la misma dirección.
—Paso a paso... —susurró Tony para sí, mientras seguía montando las piezas de un nuevo prototipo de propulsor.
Un gruñido a su espalda lo sobresaltó. Aún con las piezas en las manos, se dio la vuelta, encontrándose con que el causante era Steve.
Observó el sillón uniplaza en el que había dejado a Steve de caminata con los hobbits, encontrando que el libro estaba en el suelo y que Steve se removía en sueños. No sabía en qué momento se había quedado dormido, pero era obvio que estaba inmerso en una pesadilla. Tony se acercó a él, observando su frente perlada en sudor y sus respiraciones erráticas. Había visto a Steve tener pesadillas antes, se alteraba y se ponía en tensión, pero jamás así. Aún hiperventilando, parecía congelado en aquel sillón.
Se sentó a su lado, sobre el reposabrazos, limpiándole el sudor de la frente y acercándole a él. Enterró una de sus manos en su cabello y la otra la pasó por la piel descubierta de su brazo. La humedad del sudor le impregnó los dedos, pero se mantuvo a su lado, abrazándole. Por primera vez desde que todo aquello había comenzado, Tony había ido realmente en su busca, había ido hasta él. Pero temía no estar alcanzándole.
Comenzó a susurrarle palabras de consuelo al oído, sus labios rozando suavemente la piel de su oreja. Y solo entonces, aún en sueños, Steve le devolvió el abrazo.
Lunes, 30 de abril de 2018
Pasito a pasito...
O saltito a saltito.
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Sleepwalker
FanfictionEntró silenciosamente en la habitación y se encontró de lleno con la conocida espalda de Steve. Incluso con esa anticuada ropa de pijama de algodón, era imposible no reconocer esos anchos hombros y las finas caderas que lo hacían parecer un picante...