Capítulo 2: Y si "eso" no es un Dios ¿Qué es?

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Jeon Jungkook pasó una mano por su cabello liso y negro, y frunció el ceño mientras acechaba desde el callejón. Durante tres eternos meses había sido humano. Noventa y siete horrorosos días, para ser exactos. Dos mil trescientas veintiocho interminables horas. Ciento treinta y nueve mil seiscientos ochenta ofensivos minutos. Se había obsesionado con el paso del tiempo. Era una vergonzosa aflicción mortal. Lo siguiente sería que llevaría puesto un reloj de pulsera. Nunca.

Ciertamente pensaba que El abuelo tendría que haber venido por él a estas alturas. Habría apostado su ser mismo en ello; aunque en realidad no era que tuviese mucho para apostar. Pero él no venía, y Jungkook estaba enfermo de esperar. No era únicamente que los humanos tuvieran una cantidad de tiempo ridícula para existir, sino que sus cuerpos tenían exigencias que consumían la mayor parte de ese tiempo. El sólo hecho de dormir consumía una cuarta parte del tiempo. Aunque él había dominado esas exigencias durante los pocos meses pasados, se ofendía al ser esclavo de su forma física. Tener que comer, lavarse, dormir, orinar, afeitarse, cepillarse el pelo y los dientes, ¡Por Dios! Quería ser él mismo otra vez. No cuando fuera de la sangrienta conveniencia del Rey, sino ahora. De ahí que hubiese dejado Seúl y hubiera viajado a Daegu (un viaje infernal en autobús) buscando al hijo mitad-Dios que había engendrado hacía un milenio, Hoseok, que se había casado con una mortal del siglo veintiuno y por lo general residía ahí con ella.

Al llegar a Daegu, había encontrado la residencia de Hoseok vacía, y no tenía ni idea de dónde buscarle después. Se había establecido allí mismo, y había estado matando el tiempo desde entonces, esforzándose inflexiblemente para ignorar esto, pero por primera vez en su existencia eterna, el tiempo le devolvía el favor, esperando el regreso de Hoseok. Como Ethereo de sangre medio pura, Hoseok tenía la magia que Jungkook ya no poseía.

El ceño de este se hizo más profundo. El poder insignificante que el Rey le había dejado prácticamente no tenía ningún valor. Rápidamente había descubierto que él había estudiado muy a fondo su castigo. El hechizo triunviratu era uno de los más poderosos y alteraban la percepción que los Dioses poseían; utilizado para permitir a un Dios/Diosa relacionarse con el reino humano, mientras los mantenía indetectables para la humanidad.

Encubría su esencia en una ilusión que afectaba a la memoria a corto plazo y generaba confusión en las mentes de aquellos que se encontraban en las cercanías. Si Jungkook volcara un quiosco de periódicos, el vendedor culparía despreocupadamente a un viento invisible. Si tomase comida del plato de un comensal, la persona simplemente decidiría que ya debía haberla terminado. Si cogiese ropa nueva en una tienda, el dueño registraría un error de inventario. Si arrebatase comestibles a un transeúnte y arrojase su bolso al suelo, su desdichada víctima se volvería contra un transeúnte cercano y ocurriría una amarga pelea (él había hecho eso unas pocas veces en busca de un poco de diversión). Si arrancase el bolso del brazo de una mujer y lo colgara delante de su cara, ella simplemente caminaría a través de ambos, el bolso y él (en el momento en que él tocaba una cosa, ésta también era absorbida en la ilusión lanzada por el triunviratu hasta que él lo soltara) encaminándose en la dirección contraria, refunfuñando por haber olvidado el bolso en casa.

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