Capítulo 14: Demonios del infierno

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Hacía una semana la cena habría consistido en restos de pizza de tiempo

indeterminado rescatada de su desprovisto refrigerador en casa, solo, pensando

sobre su inexistente vida amorosa.

Esta noche era cena de Bacchanalia traída vía invisible a una suntuosa

suite, con un compañero de cena que era el ideal de los cuentos de hadas.

Literalmente.

Sentado al otro lado de la elegante mesa tenía un príncipe de cuento, alto,

oscuro y vestido de Armani. Tae se atiborró de langosta sazonada con

mantequilla, pasta, y ensalada, seguida de tarta de queso de chocolate y fresas

con champán.

Divino.

¿Por qué eres todavía virgen, Pequeño tigre?

Tae parpadeó... un instintivo —No es asunto tuyo— saltó a la punta de su

lengua, pero se lo tragó igual de rápido. Quizás si contestara algunas de sus

preguntas, él sería más receptivo a las de él. Además, él era parte de la razón

por la cual su vida amorosa apestaba, y estaría bien sacarse aquello del pecho.

Obviamente no podía quejarse con sus amigos de la miseria de ser un mediador.

En caso de que no lo hayas notado. Tengo una gran desventaja.

Sus oscuras cejas se unieron en un ceño y su mirada le recorrió. — Yo no

veo ninguna. ¿Qué tipo de desventaja?

Tae empujó su silla hacia atrás, arropando sus pies bajo ella. — Bah. Veo

Dioses.

Ah. ¿Y por qué es eso una desventaja?

Quiero una vida normal. Quiero una vida mediocre, cotidiana, plena.

Eso es todo lo que siempre he querido. Un marido, un trabajo que me apasione, y

niños. Quiero un sueño completo, el —Y Fueron Felices Para Siempre— y todo lo

demás.

Y, ¿cómo dificulta eso el que puedas ver a los miembros de mi raza?

Tae le dirigió un pequeño suspiro impetuoso. — He tenido dos relaciones

serias en mi vida. Cada vez que llegué al punto en que estaba listo para intimar, conté la verdad a mis novios.

Decidí que era lo que debía hacer, y que si él realmente me amaban, serían capaz

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