Había mejores usos ciertamente, reflexionó Jungkook, reclinándose en su silla, mirando como las emociones cruzaban sus delicadas facciones de la misma forma que la luz del sol expandiéndose a través de un lago. La rabia luchaba con el cansancio, la frustración se batía en duelo con el miedo. Por el Emperador, era bello. Pero la belleza sola nunca había sido suficiente para avivar su interés. La pasión era su imán. El fuego mortal que derritiera su hielo inmortal. Y qué ardiente era él. Desafiante. Valiente. Agresivo. El dorado resplandor de su alma inmortal iluminándolo desde dentro era más vibrante, más intenso que la mayoría de los humanos, una cálida aura ambarina le rodeaba, demarcándolo como una tempestad auténtica en un volcán de pasión. Con su cuerpo delicado y aun así él se había enfrentado a Jungkook como una cosa salvaje, una fiera que ataca con su dura cabeza y sus mortíferas rodillas; Y aunque había sufrido más dolor en la última media hora que en toda su existencia, no estaba particularmente disgustado. Enojado en una forma fundamentalmente masculina, pero no disgustado. Tenía su propio Mediador. Uno que le hacía sentir lujuria.
Tocar la carne de un cuerpo humano era exquisito. Él tenía razón: El sexo en forma humana iba a ser increíble, una nueva experiencia, una cosa rara en una existencia inmortal, y todo mucho más dulce debido a ello. Sólo apretarle contra la puerta, sintiendo su generoso y dulce trasero sirviendo de almohada para su miembro había hecho que su cuerpo temblase de deseo. Tembloroso. Él. Que nunca había temblado en su vida. Nunca había sufrido el más pequeño estremecimiento involuntario. Voyerista desvergonzado, él había espiado a incontables amantes a través de los milenios, observándolos ávidamente, estudiando sus juegos de cama. Había observado a hombres enormes, despiadados guerreros, con cuerpos llenos de cicatrices y corazones helados, hombres brutalizados por la guerra, la hambruna y la muerte, temblando como niños inexpertos al mero toque de la pasión. Nunca lo había entendido. Había querido entenderlo. Ahora lo entendía. La presión de sus caderas contra sus fuertes muslos le había inundado con una especie de agresión cruda, primitiva. Nunca había sentido un deseo tan imperativo y abrumador de formar pareja. Nunca había tenido tal vicio, con tal furor. Y aún ahora, a pesar de lo adolorido que se sentía, tenía hambre de tocarlo. Resentía el mismo aire que separaba sus cuerpos. Necesitaba sentirlo otra vez. Cambiando de posición en la silla, movió su rodilla entre las de Tae rozando así el interior de su muslo, y no se le escapó el hecho que la pierna de este se tensara instantáneamente. Ah, mucho mejor. Por un momento él no había podido quitar su mirada del pecho masculino. Intuía una delicia tras la tela, pequeños pezones irguiéndose hacia él. No podía esperar a rozar su lengua sobre ellos. Podía tentar, atraer y manipular, pero nadie podría acusar al seductor consumado de recurrir a algo tan banal como la fuerza. No él. Era un aspecto del que estaba orgulloso. Aquellos que caían presa de sus maquinaciones caían con su consentimiento. Cuando ellos escogieron tomar lo que él les ofrecía, y siempre lo hacían, cualquier marca negra en sus almas era culpa de ellos mismos.
Un Mediador. Nunca se le había ocurrido salir en busca de uno. Kim Taehyung era un pase libre del tipo más fino, una posibilidad que el Emperador de Jade no había tomado en cuenta cuando le había enviado la maldición contra él, creyendo que todos hacía largo tiempo que estaban muertos. Del mismo modo que lo había creído él. El ultimo mediador que él había encontrado había sido hacía dos mil años, en el siglo primero antes de Cristo, en la exuberante vegetación de Irlanda, una marchita y arrugada vieja. No se había molestado en alertar a los Cazadores; había estado esperando el beso de la muerte de cualquier manera. Él se había sentado y le había contado cuentos por un tiempo, respondiéndole muchas de sus preguntas. Unos pocos años más tarde él había vuelto, recogiendo la cáscara frágil y seca de su cuerpo entre sus brazos, y llevándola a una playa aislada en la Kit. Ella había muerto mirando hacia el océano tan intensamente, a esa brillante aguamarina que haría llorar a un humano. Había muerto con el perfume de jazmín y sándalo en las ventanas de su nariz, no con el hedor asqueroso de su cabaña. Había muerto con una sonrisa en los labios. Pero esta vez, Jungkook había sido más bendecido por el destino con un joven, fuerte, desafiante, y bello. ¿Y por qué no? El destino era un hombre, y los hombres siempre ayudaban a Jeon Jungkook. Tal y como él lo haría una vez que Jungkook calmara sus dudas.
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El Inmortal
FanfictionJeon Jungkook, un Dios de la corte celestial del Emperador de Jade, ha sido castigado de la peor forma posible para un Dios. Ha sido convertido en humano con una de las más potentes maldiciones: Nadie lo puede ver, oír o sentir. Kim Tae Hyung es un...