Capítulo 9: Tienes una hora

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 — ¡Mantente alejado! ¡No me toques! ―Tae se despertó de golpe, muerto de miedo, gateando hacia atrás, aplastándose contra la cabecera de su cama, los ojos desorbitados. Jungkook permaneció unos pasos alejados, una ceja oscura arqueada y una bandeja balanceándose en su mano. — Tranquilo, pequeño tigre, te traje el desayuno. Estaba por colocarlo en el borde de la cama y sacudirte para despertarte ―Tae presionó su pecho con una mano, tratando de disminuir los fuertes latidos de su corazón. — ¡Me asustaste! No te me acerques a hurtadillas. ¿Qué haces en mi habitación? ¡Sal de mi habitación!No me acerqué a hurtadillas. Dije ¡buenos días! tres veces. Más fuerte cada vez. Prácticamente grité la última vez. Duermes como los muertos, tigre... Tranquilo. ¿Cuántas veces tengo que decirte que no voy a hacerte daño? Si lo hubiera querido, ya lo habría hecho — Apoyó la bandeja en el borde de la cama y levantó una taza, ofreciéndosela. — Café express doble. He notado que te gusta darte una buena patada al hígado para despertarte en las mañanas — Sonrió perezosamente. Sensualmente. Tae parpadeó lentamente. La vida no era justa. Su corazón había empezado a calmarse, pero ahora corría nuevamente, por razones totalmente distintas. Allí estaba Jeon Jungkook, alrededor de metro ochenta de elegante y duro cuerpo, usando nada más que un descolorido vaquero, colgando suavemente de sus caderas, brazaletes de oro y un collar. Los vaqueros le daban la apariencia de hombre moderno, pero los brazaletes y la pieza que llevaba en el cuello unidos a sus extraños ojos de dos colores, le recordaron que él era un ser cuyos orígenes precedían a Cristo. Probablemente por miles de años. Y, Ah, él quita el aliento. Sus anchos hombros y su duro pecho estaban pecaminosamente esculpidos, sus abdominales marcados y magros. Tenía aquellas líneas gemelas de músculos bajando por sus costillas, que conducían directamente a su ingle, desapareciendo en esos vaqueros de tiro bajo, anunciando el hecho de que él sin duda podría mover la ingle durante horas sin parar y de modos que podrían hacer gemir reiteradamente. Y todo eso cubierto de aquella exquisita y aterciopelada piel dorada de Dios. Tae cerró sus manos en puños, combatiendo el insoportable impulso de robarse aquella eternamente negada sensación táctil de Dioses. Saber que él le dejaría acariciarlo, que, de hecho, él se quitaría esos jeans en un latido de corazón y extendería ese cuerpo sobre el suyo y se impulsaría dentro, hacía todo esto mucho más difícil. Con un esfuerzo inmenso, arrastró su mirada hasta su cara. Pero mirar su cara no era mejor. Su cabello era un revuelto de seda negra enredada, sus ojos estaban medio despiertos, sensualmente entrecerrados. Su cara sin afeitar, era hermoso, Peligroso casi hasta el límite, sexy temprano por la mañanaExactamente, ¿Cuántos años tienes? —, preguntó gruñonamente, tratando de colocarlo nuevamente en la perspectiva de un ser inhumano. Él parecía como de treinta, con diminutas y débiles líneas de risa en las esquinas de sus ojos. Jungkook se encogió de hombros — En algún lugar, entre cinco y seis mil años. Es un poco difícil seguir la pista cuando uno se traslada en el tiempo con la frecuencia que yo lo hago. El Emperador está cerca de los sesenta mil. Soy un simple niño para los estándares de mi raza Ya veo —. Uh. Definitivamente inhumano. Desafortunadamente, descubrir su edad no parecía disminuir en lo más mínimo su atracción por él. De hecho, parecía que de alguna manera, perversamente, la aumentaba. Jungkook agitó una mano sobre la bandeja de desayuno. — ¿Un croissant quizás? ¿No? ¿Y un poco de fruta? —. Le ofreció un tazón de fresas frescas, mangos y kiwi. — ¿No estás hambriento? Yo me despierto muerto de hambre —. Jungkook sonaba un poco ofendido por esto. Oh, de acuerdo, estaba hambriento. Desafortunadamente, la única cosa en su cuarto que Tae quería comer era a él. Repentinamente tenía catorce años nuevamente. Y ahí estaba "él", su cuento de hadas, en su habitación, nada más y nada menos que sirviéndole el desayuno en la cama. Su mirada se clavó en el collar dorado y Tae tuvo que preguntar. — ¿De todos modos, qué eres tú? —, preguntó irritado. Jungkook ladeó su cabeza. — Soy un Dios...de la corte celestial del Emperador de Jade...Ex consejero de este¿Qué es eso?―. Las cejas oscuras se unieron en un ceño fruncido. — Sabes eso...Quise decir —, aclaró Tae malhumoradamente, — tu collar¡Ah! — Aquellas oblicuas cejas se relajaron. — Soy el último príncipe de la Casa Jeani. Es un símbolo de mi casa¿P-p-p-príncipe? —, escupió Tae. — —. Sus ojos se estrecharon. — ¿Algún problema con eso?― Taehyung no confió en sí mismo para hablar. — No soy elitista, si eso es lo que te preocupa. Duermo con plebeyos todo el tiempo —. Una sonrisa débil, provocativa. — Apostaría que lo haces —, refunfuñó él — pero no con éste.Todavía no —, concordó Jungkook, mucho más suavemente para su consuelo. — Y yo no soy un plebeyo. Ya no tenemos ese tipo de divisiones. — Realmente —, Jungkook estuvo de acuerdo con él nuevamente, — eso es verdad. No eres un plebeyo — Él se dejó caer a los pies de la cama y metió una pierna bajo la otra, sentándose con las piernas cruzadas. — ¿Qué quieres decir? —, preguntó Tae nervioso, mirándolo detenidamente. Se preparó para que él intentara algo, pero no hizo ningún movimiento, sólo se sentó perfectamente tranquilo en el borde de su cama, — Bebe tu café y te lo diré —, le sobornó y una horrible sospecha le asaltó. — ¿Por qué te importa si lo bebo? ¿Tiene drogas o algo?― Jungkook puso los ojos en blanco, levantó la taza, tomó varios sorbos y luego se la devolvió. — Por supuesto que no, Tigre. Solamente quiero que tu día comience bien. Quiero que estés contento. — Sí, claro. Pero el aroma a café fresco provocó sus fosas nasales, y algo dentro de él suspiró enormemente y capituló sin más argumentos. Tomó la taza y bebió a sorbos. Divino. Caliente, oscuro y dulce, justo como le gustaba. Él había acertado hasta en la cantidad de azúcar. Cuando Jungkook miró afuera durante un momento por la ventana, Tae giró la taza a donde él había bebido, y cerró su boca en el borde.

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