El Inmortal

Capítulo 23: ... Nunca me quedaré con un humano y le veré morir. Nunca.

Temprano a la mañana siguiente, Taehyung y Jungkook hicieron las maletas para

dejar el Castillo Keltar y tomar un vuelo de vuelta a Corea del Sur.

Como Jungkook era invisible otra vez, viajarían encubiertos, y Tae estaba

sorprendido al comprender que tenía muchas ganas de eso. Había un cierto

sentido de intrigante impunidad, el sentirse oculto por el Inmortal. Estaba

también el hecho que esto significaba que estarían tocándose constantemente, y

él simplemente no podía conseguir cansarse de tocarlo.

Inmediatamente después de la partida de la rey ayer, Dageus y

Drustan habían realizado el ritual de Lughnassadh. Una vez que las paredes

estuvieron otra vez aseguradas, se habían sentado y habían vuelto a repetir los

acontecimientos de la tarde, con Taehyung sirviendo de intermediario de Jungkook.

Él había estado sorprendido por cuan increíblemente entusiasmadas

habían estado Chloe y Gwen al haber visto, en cierta manera, con sus propios

ojos al Emperador de los Celestes. Ambas mujeres no paraban de hablar de la belle-

za inconmensurable del Rey de Jade y de la maravillosa piel que lucía.

.Taehyung por su parte pensaba que sí, los Celestes

(como Taehyung los llamaba ahora) eran sobrenaturales, diferentes, pero no las

criaturas despiadadas, impasibles que había sido llevado a creer que eran.

Como Gwen había dicho, eran otra raza, una raza sumamente avanzada. Y

aunque lo inexplicable podía ser aterrador, aprender sobre ello era un largo

camino hacia el alivio de los propios miedos.

Más hacia el final, los MacKeltars lo habían llevado anoche, con el una-vez-

más-invisible Jungkook a remolque, a otro castillo Keltar, donde Christopher y

Maggie MacKeltar vivían, y le mostraron la biblioteca en la cámara subterránea

que almacenaba toda la antigua tradición Druida, que se remontaba a la época en

que había sido negociado el primer Pacto entre ambas razas.

Taehyung pudo ver el tratado real entre las razas, grabadas sobre una hoja

de oro puro, manuscrito en una lengua que ningún erudito vivo podía identificar.