Capítulo 25.- Solo una opción

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Jungkook estaba de un carácter endemoniado.

El Emperador no sólo había dejado que le pegaran un tiro, y permitido que él

sufriera cada onza de la ardiente agonía involucrada en ello, la mordedura de

todas y cada una de las balas, sino que además lo había sacado de un tirón del

reino humano, trayéndolo de vuelta como al Reino de los Celestes en medio de las

Cámaras del Alto Consejo de los Inmortales, curándolo, pero no

restaurándolo, luego confinándolo a aquellas cámaras hasta que él hubiera

vuelto.

Y cuando había vuelto, lo que había parecido ser un maldito eón más

tarde, le había obligado a sentarse durante toda la maldita, infernal y formal

audiencia, declarar todo que había visto y todo lo que Nam Joon había hecho,

responder por las más insignificantes y ridículas cuestiones, todo el tiempo

bullendo de impaciencia por recuperar a Taehyung y hacer lo que ahora entendía

que debía ser hecho.

Maldito infierno —, siseó — ¿Ya hemos terminado aquí?

Las cabezas de los ocho miembros del Alto Consejo se dieron vuelta para

mirarlo con miradas imperiosas y ofendidas.

Estaba prohibido hablar sin autorización en el consejo. Era un insulto

indecible. Una brecha imperdonable de modales en los rituales de la corte.

Al demonio el consejo. Al demonio con los modales de la corte. Tenía

cosas que atender. Asuntos urgentes. No insignificantes cortesías de mierda.

Jungkook dirigió una irritada y fulminante mirada al Emperador. — Tú dijiste

que podía decidir su castigo y que me restaurarías. Arréglalo ya. Restáurame.

Hablas con la impaciencia de un mortal —, dijo el Rey de Jade con

serenidad.

Tal vez —, gruñó él — sea porque estoy atrapado en una forma mortal.

Arréglame ya.

Él arqueó una marcada ceja, encogiéndose de hombros. Habló

suavemente, en una rápida sucesión de palabras celestes.

Y Jungkook suspiró con placer mientras sentía el cambio. Volviéndose a ser

él mismo otra vez.

Inmortalidad.

Invencible.

Un verdadero semidiós.

El poder puro vibrando por sus... bien, ya no tenía venas. ¿Pero quien

necesitaba venas cuando tenía ese espléndido, glorioso y embriagador poder en

su interior? Energía, calor, valor, fuerza. Todas las posibilidades del universo en

las puntas de los dedos.

Y, maldito infierno, se sentía bien. Él se sentía bien.

No había más dolores, ningún sufrimiento en la forma de Inmortal. No

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