ELENA:
Me había dejado entre la espada y la pared. ¿Le soltaba que quería ser la madre de sus hijos como si mis amenazas de tortura nunca hubieran existido? ¿Simplemente se lo negaba y seguíamos caminando? Al final utilicé el humor negro como último recurso e inmediatamente me arrepentí de mis palabras. ¿Buscaré la forma?
Por su expresión, seguramente debía estar pensando que sería capaz de revolcarme con cualquiera y luego venir con la cara muy lavada a decir antes lo demás que el fruto de ello es su hijo. Rayos. No debería importarme lo que él pensara, pero lo hacía... y mucho. Era con quién iba a pasar el resto de mi vida, después de todo. Mi actuación debía haber sido muy convincente, porque su cara era todo un poema. Aceptaba que la broma fue un poquitín de mal gusto, pero sin pensar, se había escapado de mis labios y me imaginaba que debía ser producto de lo desquiciada que estaba luego de agotador día de trabajo y después de conocer a mi... próximamente nueva familia.
Abrí la boca en un intento por aclararme, pero me detuve al ver que asentía fríamente y se dirigía hacia el porsche un poco más rápido que antes, dejándome atrás y a la espera de una respuesta. ¿Se lo habría tomado en serio? Por Dios, me hacía ilusión la idea de ser madre y por muy irónica que era la vida, justamente hoy había pensado en la probabilidad de plantearle la idea poco a poco. Ahora esa idea se había fortalecido con las palabras de Steven, pero no estaba tan desesperada como para amenazarlo con tener un bebe sin su ayuda.
El muy indeseable padre de mi prometido me había encerrado junto a él en su despacho para preguntarme si Sebastián me había pagado para casarme con él y si ese era el caso, ¿cuánto tendría que pagar para ser la madre de sus nietos? Me había alzado y le había abofeteado sin miramientos. Sin yo misma entender mi comportamiento, luego metí la pata hasta el fondo cuando le contesté que no tendría que pagar nada porque ya estaba embarazada y Sebastián aún no lo sabía debido a que supuestamente se lo diría el día de nuestra boda como regalo. Steven se había acercado a mí para felicitarme con una sonrisa en su cara mientras me prometía guardar el secreto, a lo que mi ojo sufrió un caso de tic.
¿Era bipolar?
En ese momento solo sentí ira hacia el viejo y compasión por Sebas. Y por mucho que me costara y me doliera admitirlo, también cierta oleada de orgullo. ¿Qué persona teniendo dos padres así podía terminar bien?
Sebastián Broke. Mi futuro esposo.
Y según lo que debe estar pensando en estos momentos y todo gracias a mi chiste: padre político de mis próximos hijos. No tuve tiempo para mandarlo a freír espárragos ya que se había ido rápidamente, y tampoco lo pude detener para decirle sus cuatro verdades porque Vicente eligió ese preciso momento para llamarme y contarme de un nuevo paseo que harían los niños del hospital en Atenas. Una holeada de frío me invadió y me acurruqué un poca más en su chaqueta en busca de calor e inconscientemente suspirando al inhalar su aroma a limón y a.... hombre. ¿Por qué tan solo con oler su fragancia mi cuerpo salta de alegría? Después de darle vueltas al asunto en busca de una respuesta, decidí que era mejor dejarlo como otro misterio de la vida, ya que si empezaba a pensar en ello mi mente se pondría a dar vueltas en torno a Sebastián y, sin poder evitarlo, a su tentador cuerpo envidiado por los dioses griegos.
Llegué al auto y dudando un poco al recordar la mala jugada que le hice, me monté. Al entrar me lo encontré tan frio e indiferente que un temblor recorrió mi cuerpo, haciendo que por un instante retrocediera unas cuantas semanas atrás. Justamente así era como lo había conocido en el avión y de igual manera esa había sido su actitud en unas cuantas ocasiones, como por ejemplo, lo que pasó después de aquella vez que lo sorprendí planteándole los términos matrimoniales a Eline. Ese día me había acorralado contra la pared como si yo fuera un pobre e indefenso conejo escapando de un lobo y... nos habíamos dado nuestro primer beso.
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Amor condicional © (STAMFORD #1)
Lãng mạnElena juró no volver a la ciudad en la creció, pero tras una llamada de auxilio de su pequeña hermana empaca todo lo de su amada Grecia que pueda llevar dentro en una maleta y se halla regresando. Sebastián nunca supo en lo que se metió cuando acept...