SEBASTIÁN:
Mi sonrisa de victoria se desvaneció a penas Elena, en lugar de avergonzarse, entrecerró los ojos y se atrevió a pegar un salto, sin hacer caso a su desnudez, para terminar sobre mí. Ahogándome. Intenté apartarla dentro del agua, genuinamente temía por mi vida, pero solo conseguí que la presión de sus brazos alrededor de mis hombros se hiciera mayor. Era jodidamente fuerte para su tamaño. Finalmente, cuando estaba a punto de morir y podía ver la luz, me soltó. En el proceso recobró la parte superior de su bikini, haciéndome lucir como un idiota débil mientras me sujetaba a la orilla. Le di tregua. Esperé recobrar mi energía, lamiendo la sangre de mi labio herido, antes de girarme. La piscina había sido evacuada de niños por nuestro espectáculo.
No había nada impidiendo mi venganza.
─Basta, Sebastián, ya has tenido suficiente ─gruñó enseñándome sus pequeños y perfectos dientes, pero aún así retrocediendo.
Me quité la camiseta, había perdido mi chaqueta durante la pelea en el baño, y la lancé. Flexioné los músculos de mis hombros antes de empezar a avanzar hacia ella.
─Creo que alguien aquí quería matarme ─dije, mi voz baja. Controlada a pesar del hervidero en el que se habían convertido mis venas─. Pequeña. Rubia. Mejillas sonrosadas. El mejor par de tetas que he visto en mi vida. Desconsiderada sobre el hecho de que he viajado medio maldito día por ella. ─Apoyé mi mano en el borde, junto a su cabeza, inclinándome sobre ella. Sus ojos verdes lucían temerosos, pero también desafiantes─. ¿La has visto?
Elena negó mientras se hundía lentamente en el agua, escondiéndose. Impedí que desapareciera presionándome más en su contra. Eché un vistazo a las butacas alrededor. Todas vacías. Nos habían dejado solos. Gracias a Dios. En lugar de intentar razonar con ella con palabras, sentía que nunca podíamos hablar, apresé su rostro entre mis manos y la besé.
Molesto.
Jodidamente furioso.
¿Cómo pudo poner sus manos en él?
Si hubiera sido al revés, si él la hubiera estado tocando en el momento en el que llegué, quizás la sensación no quemaría tanto en mi pecho. Pero era ella. Elena. Semidesnuda. Con sus manos sobre él. Semidesnudo. Consentido. Consensuado. ¿Deseado? De mi garganta escapó un sonido gutural que hizo que Elena quisiera escaparse, pero no lo permití. Me apreté aún más contra ella, quería que sintiera cada parte de mí, que recordara el lugar al que pertenecía, mientras encajaba mis dientes en su labio inferior.
─¡Sebastián! ─gritó halando mi cabello para que me apartara, lo cual logró a medias, para luego colocar su mano sobre mi marca.
─Elena ─dije su nombre como una advertencia─. ¿Qué hacías con él? ¿Qué mierda estaba sucediendo entre ustedes cuando llegué?
Algo en lo que dije, aunque mi enojo estaba rebasando cualquier escala de medición, debió hacer cortocircuito en su mente. Gritó tan fuerte, un rugido frustrado, que me eché hacia atrás.
─¡¿Qué dices?! ─Me golpeó el pecho. No dolió, pero aún así esta no era la reacción que debía tener. Debería lucir avergonzada. Culpable. No jodidamente indignada─. ¡¿Cómo puedes ser tan descarado?! ¡No debiste haber venido, Sebastián! ¡Verte me da asco! ¡Debiste quedarte en Estados Unidos con tu amante!
¿Con mi amante?
¿Qué mierda? No me sorprendía que supiera que follaba con Sara, ella lo había dejado más que claro en varias ocasiones, sino que lo sacara como un arma cuando realmente siempre fue irrelevante. Tenía un pasado antes de que llegara a nuestras vidas. Un historial que no podía borrar. No perdería tiempo sintiéndome culpable por ello, sin embargo, cuando podía invertir esas energías en conseguir lo que deseaba.
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Amor condicional © (STAMFORD #1)
RomanceElena juró no volver a la ciudad en la creció, pero tras una llamada de auxilio de su pequeña hermana empaca todo lo de su amada Grecia que pueda llevar dentro en una maleta y se halla regresando. Sebastián nunca supo en lo que se metió cuando acept...