ELENA:
Esta vez mis ojos se abrieron con mayor facilidad. Al instante de hacerlo reconocí el lugar donde me encontraba. Internada en el hospital. El dolor de mi cabeza había mitigado, pero todavía sentía molestia en la zona de impacto. Instintivamente me llevé una mano al golpe y palpé la venda. Me senté poco a poco, impulsándome hacía arriba con las manos, para recorrer mejor la habitación con la mirada. Sin siquiera darme cuenta, un sentimiento de decepción me inundó cuando no encontré a Sebastián y, seguido de este, un horrible desconcierto.
¿Por qué no me decepcionaba no encontrar a Eline?
¿A Marta? ¿A Xavier? ¿Mi padre? ¿Incluso mis hermanos?
¿Por qué si quiera me importaba Sebastián? ¿Por qué no estaba? ¿Con quién estaba? ¿Estaría comprando un café? ¿Y si está coqueteando con alguna enfermera? O con alguna doctora. Con la recepcionista, con alguna chica de mantenimiento...
¡Nada de emociones fuertes! ¡Él no es tuyo!, me recordé.
Para poder relajarme tuve que practicar una que otra respiración profunda. Luego de siete exhalaciones e inhalaciones, conseguí dejar de lado a ese tipo de patéticos pensamientos y me centré en lo que sería mi próximo objetivo. Hacer pis. Intenté levantarme, pero en el proceso jalé el cable de la intravenosa y con ello la aguja. Sentí un pequeño pinchazo en mi mano y solté un aullido. Necesitaba ayuda para desplazarme y, tomando en cuenta el reciente intento, lo mejor sería esperar la llegada de mi héroe, o sea, cualquier persona que cruzara por esa puerta.
A los cinco minutos de agónica espera, no pude más y me crucé de piernas tratando de contener las ganas, aun así no pude evitar soltar un gemido por el dolor de tener mi vejiga llena y a punto de explotar. Sin pensarlo dos veces, tomé la bolsa con la mano libre de agujas y me levanté poco a poco. Me sentía mareada, así que mis piernas se tambalearon ligeramente al tocar el suelo, pero por suerte no me caí y comencé a dar pequeños pasos hasta el baño.
Estaba a un metro de lograr mi meta cuando la puerta se abrió y Sebastián entró con la misma ropa que cargaba cuando lo vi antes de dormirme, para mi total sufrimiento igual de sexy. Era imposible odiarlo cuando se veía tan hermoso, su ceño fruncido, además de que también estaba aliviada. Al verme agrandó esos lindos ojos azules.
—Mierda, Elena, no te puedo dejar sola por dos malditos minutos porque haces un puto desastre—soltó una especie de gruñido.
—¿Qué necesidad tienes de decir tantas groserías?
—Lo siento. Eres la mejor inspiración que he tenido jamás.
No tuve oportunidad de pensar en una respuesta. El moreno se acercó a mí y, sin darme opción de rechistar, me quitó la bolsa de la mano y cuidadosamente la sostuvo. Eso no fue ningún inconveniente para que su otro brazo me rodeara la cadera, haciéndome estremecer. En esa postura yo apoyaba la mayoría de mi peso en él. Por inercia me acurruqué en su pecho y suspiré al oler su cálido aroma, lo que no era inercia, pero conté como tal.
Lentamente me llevó al baño y me abrió la puerta, entró conmigo y me sentó en el retrete. Esperé a que se fuera, pero seguía ahí. Esperaba que yo hiciese algo. ¿Qué cosa? ¿Orinar junto a él? Absolutamente no. Mis mejillas se calentaron bruscamente. No estaba inválida. Podía hacer pis sola y sin ayuda.
—¿Te puedes ir? —pregunté con impaciencia.
Sebastián negó con la cabeza. Sonriendo, alzó la bolsa con mis medicamentos. Busqué en el pequeño baño algún sitio donde pudiera guindarla, pero no lo había.
Bueno, esto es muy incómodo.
—Así no puedo —dije, mis ganas torturándome.
No me engañaba. Seguro su intención de estar aquí conmigo y aparentar ayudarme era producto de su necesidad de que los demás lo vieran como el prometido perfecto y preocupado por el bienestar de su futura esposa, pero esto era demasiado. Aquí no había nadie. Ni cámaras, ni reporteros, ni testigos. El muy cerdo arrogante se encogió de hombros, restándole importancia al hecho de que estaba a punto de explotar como una bomba llena de agua.
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Amor condicional © (STAMFORD #1)
RomanceElena juró no volver a la ciudad en la creció, pero tras una llamada de auxilio de su pequeña hermana empaca todo lo de su amada Grecia que pueda llevar dentro en una maleta y se halla regresando. Sebastián nunca supo en lo que se metió cuando acept...