25.

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SEBASTIÁN:

─Entonces... ¿me estás diciendo que la amas? ─preguntó Nora por milésima vez durante todo el trayecto.

Durante el viaje en avión había estado medio en coma, murmurando preguntas que apenas entendí. Fue en el aeropuerto de Atenas, cuando despertó por completo y se dio cuenta que su regreso no fue un sueño, que inició con el interrogatorio. Preguntándome cómo podía estar tan seguro de esto si conocía a Elena desde hace tan poco tiempo. Cómo podía haber desarrollado ese tipo de sentimientos por ella cuando la manera en la que nos conocimos fue tan machista y primitiva. Cómo podía pensar que alguna vez me querría de vuelta.

Cómo podía ser tan estúpido.

─Enamorándome, Nora, estoy enamorándome de Elena. Aún no la amo, pero estoy en camino ─corregí acelerando el auto de alquiler hasta que el hecho de que estuviese respetando la ley griega de transito estuvo en juego. Nora iba a mi lado en el asiento copiloto manteniendo una bolsa de papel en su regazo en caso de que las consecuencias de la resaca po haberse ido de fiesta el día anterior decidieran aparecer. La habría dejado en casa si no sintiera miedo de lo que podría ser mi penthouse con ella ahí─. Cuando esté en ese punto la primera persona en saberlo será ella. Podrás oírlo de sus labios entonces.

─¿Enamorándote? ─cuestionó de nuevo, convirtiéndose oficialmente en la personificación de mi subconsciente.

Sí.

La misma maldita cosa que me había estado molestando con el tamaño de mi pene hasta que creció venía para atacar de nuevo usando mi relación con Elena como blanco.

─No te voy a volver a contestar ─gruñí─. ¿Falta mucho?

─Solo unos diez kilómetros más ─respondió para rápidamente volver al tema que había zanjado─. A ver. Recapitulemos. ¿Lo que me estás queriendo decir con este viaje es que como Elena te torturó día y noche pensaste que acostándote con ella arreglarías el asunto, lo que no funcionó, sino que lo empeoró, por lo que decidiste acostarte con tu amante, cosa que tampoco funcionó, deduces que estás enamorado? Por eso y porque todos los hombres quieren tirarse encima de ella, de acuerdo a tus palabras, y te llenas de ira como Hulk. Y porque hace todo lo posible por seducirte y luego dejarte necesitado, lo que no necesitaba saber, volviéndote desquiciado. ─Se estremeció para luego subir sus dedos de uno en uno al hablar, enumerando las siguientes ideas que salen de su boca─. Y porque adoras su faceta de doctora. Porque nunca habías visto a alguien ganarle a tu padre en una discusión. Porque te gusta cómo cocina. Porque te sientes culpable de que haya estado en el hospital. Porque no sabías absolutamente nada sobre lo de Gabe. Porque adoras su olor a... ─Arrugó la nariz─. ¿A qué te dice tu instinto cavernícola que huele? Lo olvidé. Le presté más atención a todo lo demás.

─Vainilla ─dije apretando el volante─. Y sí. Todo eso.

─¿Y porque quieres darle todo lo que su corazón desee para que sea feliz, lo que no habías sentido por nadie antes? ─Afirmé con los dientes apretados. Para Nora todo esto era un chiste─. Como, por ejemplo, una mansión en París para su mejor amiga...

─Estoy seguro de que eso no lo mencioné.

Nora no lo negó.

─Tienes razón, pero yo soy quién lleva más tiempo conociendo a Elena y, por lo tanto, soy quién tiene más conocimiento sobre el tema. ¿Crees que verme viviendo debajo de un puente la haría feliz? ─Negó─. Porque yo no lo creo.

─¿Eso significa que me ayudarás si te ayudo con el alquiler de un lindo chalet en París?

Le bajó volumen a la radio.

Amor condicional © (STAMFORD #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora