SEBASTIÁN:
Aunque la noche, la más larga de mi vida hasta los momentos, no terminó mal para nosotros, a la mañana siguiente tuvimos que dejar a Joshua con el mejor amigo de Elena, Vicente, y Eline para dirigirnos al hospital. Mi chica no dejaba de vomitar y recientemente había abandonado uno, había estado internada en emergencias, por lo que insistí e insistí en que se acercara para descartar que no fuera una complicación. Podía estar rodeada de médicos, podía ser uno, pero en el campamento no había el equipo necesario para atenderla o manera de que pudiera hacerse algún tipo de prueba. Nora nos acompañó, permaneciendo silenciosa en el asiento trasero, mientras conducía con su pequeña mano suave en la mía apoyada sobre la consola. Nos quedaba más cerca Delfos que Atenas, por lo que nos dirigimos a un pequeño ambulatorio en la entrada.
Al igual que el resto del pueblo, la construcción era antigua y acogedora. No me podía quejar del trato de las enfermeras y el médico que la recibió, por otro lado, porque fue amable. El maldito problema fue que hablaban en griego con Elena y a veces me perdía en la conversación. Los términos médicos que usaban tampoco ayudaban en lo absoluto a que le pudiera seguir el ritmo.
─Le están diciendo que le harán una compleja evaluación para descartar enfermedades neurodegenerativas, además de que le enviarán a hacer resonancias magnéticas en un hospital que tenga el equipo ─me dijo Nora en voz baja, inclinándose hacia adelante mientras bebía té en la sala de espera─. Todo depende de lo que arroje la prueba de orina que le harán.
─No me gusta cómo suena eso.
─A mí tampoco ─gruñó.
La miré. Aún estaba en pijama. Elena había desaparecido dentro del baño, sin verme, y nos habían sacado del consultorio para que el médico pudiera atender a su próximo paciente. Nora estaba desayunando cuando nos vio en el campamento y decidió huir con nosotros para acompañar a Elena, coger algo de señal y comprar vodka en el proceso. Todavía no sabía si su presencia era buena o mala. A veces su sarcasmo aligeraba la situación. A veces la hacía más pesada.
─Tú también eres médico ─recordé, pues era algo que olvidaba con facilidad─. ¿Cuál es tu opinión sobre todo eso?
Nora se tensó.
─Lo siento. No doy opiniones médicas a seres queridos.
Alcé las cejas.
─¿Eso no va en contra de tu ética?
Se encogió de hombros.
─Me importa un rábano. ¿Sabes lo que se siente darle una noticia a alguien que cambiará toda su vida? ─Negó─. No, no lo haces. Tienes que ser médico o político para saberlo, pero te doy un resumen: terriblemente mal o terriblemente bien. Como no sé en qué punto estoy en este momento y no has pagado mis honorarios, dejaré que sean las enfermeras quienes abran la boca. Solo... estoy sorprendida con la rapidez con la que todo esto sucedió.
─¿Entonces sabes qué es lo que tiene?
Nora afirmó.
─Tengo una sospecha con altas posibilidades de ser ciertas.
Insistí en que me dijera qué podría estar pasando con ella, pero no lo hizo. En su lugar se dedicó a mirar fijamente el interior de su taza de té de manzanilla. Elena salió del baño un par de minutos después luciendo pálida. Había vomitado todo el contenido de su estómago, así que su aspecto era entendible. Probablemente me veía ridículo preocupándome tanto cuando lo que tenía podía ser un simple virus, pero no había manera en la que pudiera evitar hacer cosas estúpidas como sostener su mano cuando le pusieron una intravenosa con medicamentos para el vómito y suero mientras esperábamos los resultados y acariciar su mejilla cuando la presión del líquido causaba que arrugara el rostro de la manera más leve.
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Amor condicional © (STAMFORD #1)
RomansaElena juró no volver a la ciudad en la creció, pero tras una llamada de auxilio de su pequeña hermana empaca todo lo de su amada Grecia que pueda llevar dentro en una maleta y se halla regresando. Sebastián nunca supo en lo que se metió cuando acept...