Epilogo

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Miraba con atención aquel reloj que colgaba en la pared azul cielo de mi habitación esperando con ansias que diera el comienzo a mi propio verano, contaba mentalmente cada minuto que pasaba como si de esta manera pudiera apresurar el tiempo, con mis manos golpeaba la mesa de madera de mi habitación con emoción en espera de que diera comienzo a aquel día tan esperado.

Sonreí con gran emoción al observar las manecillas del reloj marcando la hora indicada, abrí la puerta con sigilo y mire alrededor, el pasillo estaba desolado, el silencio adornaba mi hogar dándome la señal perfecta para salir y tener mi encuentro con él, cerré la puerta de mi habitación para finalmente dirigirme a la puerta de mi hogar.

­­─No puedes salir y lo sabes – la voz de mi hermana mayor me hizo girar para observarla con una sonrisa de súplica ─. No me mires así Mónica.

─Sabes mejor que nadie que siempre cumplo con mis promesas.

─No puedes continuar así y lo sabes, tú...

─Lo sé –interrumpí al saber lo que se refería.

─Te llevare a ese lugar pero a cambio tendrás que acompañarme después a un lugar.

─Gracias ─abrace a Rebeca con un profundo agradecimiento por el pequeño trato que me ofrecía ─. Sé que las cosas no son como te gustarían pero en verdad lo agradezco.

─Solo vámonos de una vez.

Ambas subimos al auto y aunque la única emocionada era yo no borraba la sonrisa que adornaba mis labios. En cuanto Rebeca estaciono su auto enfrente de aquel parque que se había convertido en el lugar más especial para mí, baje con emoción para ir corriendo a tu encuentro y a lo lejos te vi en la misma banca blanca donde compartimos tan buenos y malos momentos, ahí estaba el cómo cada inicio de nuestro propio verano.

─Hola.

─Hola ─sonrió mientras me devolvía el saludo, miro por un momento sobre mi hombro y observe como levanto su mano como saludo ─. Parece que aún no le agrado a Rebeca.

Gire sobre mí y observe como mi hermana me miraba con atención, sonreí por un momento y levante mi mano para saludarla ella devolvió el saludo con una media sonrisa adornando su rostro.

─No te preocupes por eso, ya sabes cómo es de sobreprotectora.

─Pareces angustiada, ¿sucede algo?

─No es nada estoy bien ─me senté a su lado aun con una sonrisa ─. Pero para serte sincera toda mi familia está preocupada por lo nuestro.

─Debo confesar que yo también.

─ ¿Por qué?

─Tú lo sabes muy bien, deberías dejar de negarlo.

─No estoy negando absolutamente nada.

─Mónica, sin importar lo que pase siempre estaré contigo ─sonrió para señalar mi pecho ─aquí ─luego llevo su mano hasta señalar mi cabeza ─ y aquí también. Deberías irte ya con Rebeca.

─Pero acabo de llegar.

─Ve con ella, recuerda que siempre estaré donde tú estés.

─Volveré mañana.

─No hace falta.

Volvió a sonreír antes de levantarse de su lugar para marcharse, lo observe con atención durante los últimos años había estado actuando tan extraño, pero no solamente el, era como si todos los de mi alrededor comenzara a verme y actuar de una manera tan incriminatoria, sentía las miradas, sentía los señalamientos, podía sentir por completo como era juzgada. Volví al auto en silencio, Rebeca tan solo me sonrió con cierto cariño pero al mismo tiempo con tristeza antes de comenzar a conducir su auto. Miraba con atención el largo trayecto de la carretera, desde hace más de 10 minutos los grandes edificios y casas fueron remplazados por un profundo bosque indicando la salida de la ciudad, contemplaba en silencio el paisaje que la carretera ofrecía. Tomamos una desviación que estaba en el lado derecho de la carretera, gire a ver a mi hermana quien mordía su labio inferior mientras contenía sus lágrimas, detuvo el auto enfrente de un edificio de dos plantas, mire por la ventana como en la entrada de aquella estación había varias personas vistiendo de blanco, cuando se acercaron hacia el auto mire con pánico a Rebeca.

─ ¿Qué sucede?, ¿Por qué me trajiste aquí?

─Es por tu bien Mónica.

─ ¡No es cierto! ─le grite con furia, gire mi vista para observar la puerta que era abierta ─. ¡No me toquen! ─Demande al sentir como tomaban mi hombro con sutileza, busque con la mirada a Rebeca para suplicarle el regresar a casa pero ella ahora se encontraba al lado de esos hombres dándoles indicaciones como debían tratarme, no importaba lo que gritara o cuanto forcejeaba aquellas personas ya me llevaban por la fuerza dentro de aquellas instalaciones.

─Tú debes ser Mónica ─ una mujer en bata apareció con una sonrisa adornando su rostro y una pila de papeles que cargaba su brazo derecho, observo con cierto agradecimiento y compresión aquellos hombre que me tomaban de la fuerza de los hombros como si yo fuese un completo problema ─ tranquila cariño te ayudaremos ─ indico como si tuviera un grave problema para después mirar a mi hermana ─. Ella estará bien tomaste una decisión correcta, muchachos por favor lleven a la joven a su nueva habitación.

No podía creer lo mucho que gritaba por auxilio a cada persona que miraba para que ellos solo desviaran la mirada de mí con cierta vergüenza, otros sonreían con cierta burla, todos me miraban de diferente manera pero ninguno me ayudaba. Una puerta de blanca de metal fue abierta, los hombres por fin me soltaron dentro de la habitación para después salir y dejarme encerrada, mire alrededor, lo simple que era aquella habitación y la agonía que podía sentir.

─ ¡Sáquenme de aquí! ─ grite mientras golpeaba la puerta con mi puño ─. No estoy loca, no lo estoy.

─Pues estas actuando como una, tranquilízate un poco Mónica.

─ ¿Cómo quieres que me tranquilice? ─pregunte con molestia mientras me giraba a verlo ─. Rebeca me trajo a encerrar aquí.

─Sabias que esto pasaría tarde o temprano y sabes cuál es la única manera de que te saquen aquí.

─ Eso no va a pasar, encontraremos otra manera de salir de aquí.

─Mónica.

─No voy a dejarte Sebastián, no lo hare ─las lágrimas comenzaron a brotar, podía sentir como cada una resbalaba por mi mejilla ─. No quiero olvidarte, no quiero que me dejes.

─Nunca lo hare, pero Mónica debes entender que solamente debo estar aquí ─señalo mi pecho ─ no puedo seguir aquí ─señalo mi cabeza para después sonreír ─. No puedo seguir de esta manera en tu cabeza y lo sabes.

─Te prometí que nunca te olvidaría.

─El seguir con tu vida no es olvidarme y lo sabes.

─Si sigo con mi vida te olvidare lose, por eso quiero que sigas aquí.

─Mónica, solo soy una ilusión de tu mente y esto no puede seguir así. Jamás saldrás de aquí.

─Está bien, mientras tu estés aquí, estaré bien ─me acerque a él para abrazarlo pero como tal y como siempre sucedía durante los últimos dos años no podía tocarlo, ya no más.

─Mónica.

─Está bien ─mencione abrazándome a mí misma mientras caía de rodillas en el suelo ─. Todo estará bien.

─Mónica.

─Te lo prometí, te lo prometí... Lo prometí.

Promesa de Verano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora