• Capítulo 8: Los planes no son para Austin •

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-Buen combate – me habló Dony mientras me colocaba mi sudadera sobre el sujetador deportivo, había cogido la confianza suficiente para entrar cuando quisiera al vestuario de tías aunque se llevara varias quejas de las otras mujeres – Pero no lo suficiente.

-¿Has visto el gancho que le he pegado en el último asalto? – recogí mi chaqueta y bolso mirándolo con incredulidad.

-Me ha sorprendido gratamente, pero debes controlar tus impulsos.

-¿Mis impulsos? ¿Control? ¿Estamos hablando de la misma Zaira? – pasé por delante de él, me detuvo agarrándome del brazo con una mirada dura.

-Zaira no puedes ser siempre una niña caprichosa.

-¿Caprichosa? – Reí secamente - ¿Has conseguido tu parte del dinero, no? – Asintió no muy convencido – Pues déjame, llámame para la próxima y recogerás más de tus sucios billetes para prostíbulos.

Salí del local con las pocas miradas que quedaban en la sala fijas en mí, al cruzar la puerta sentí aquel golpe de frío en contraste con el calor del ring, metí mis manos en mis bolsillos y agaché la cabeza escondiéndola entre mi bufanda. Miré a ambos lados, últimamente me sentía insegura, que no podía valer por mí misma porque aquello sobrepasaba los límites que mis manos llegaban a controlar.

Giré la manzana en dirección a la parada de autobús más cerca de la zona, un brazo salió de la penumbra de la oscuridad haciéndome ahogar un grito con unos labios sobre los míos, segundos después que fueron los que mi mente tardó en procesar que me eran familiares y en calmarme me separé de ellos.

Jonathan.

Le miré con el ceño fruncido aún con mi corazón a punto de salirse de mi pecho, con la adrenalina que aún llevaba de haber ganado la pelea y el enfado al ver que le parecía divertida la situación, estrellé la palma de mi mano en su mejilla haciéndole soltar un grito.

-¡¿A qué viene eso?! – gritó acariciándose la zona donde había dejado una marca roja perfectamente delineada, como si le hubiera herido en su orgullo.

-No te he dado permiso para besarme.

-¡Ibas a gritar!

-¡Y tú lo estás haciendo ahora, idiota! – alcé mi voz por encima de la suya haciéndole callar - ¿Me explicas por que parecía que me ibas a secuestrar?

-Porque es lo que voy hacer – dijo con una sonrisa traviesa cogiéndome de las piernas y alzándome sobre su hombro apoyándome como un saco de patatas.

-¡SUÉLTAME! ¡JONATHAN! – pataleé su pecho mientras su espalda recibía mis puños.

-Auch – dijo acomodándome mejor en su hombro – haces daño, relaja las garras pantera.

-¡Esa es mi intención! – Dejé de asestarle golpes y me giré todo lo que me permitía hacia él - ¿Cómo dices que dijiste?

Rió secamente y soltó un bufido moviendo la cabeza a ambos lados.

-He estado todo el tiempo viéndote, pantera.

-Definitivamente ahora te dedicas a seguirme.

-A cuidarte – me bajó de su agarré abriéndome la puerta de su coche e indicándome que pasará.

-Sé cuidarme yo sola, gracias – fríamente entré en su coche como alternativa a no tener que caminar por las oscuras calles que me inundaban de miedo.

Dio la vuelta por delante de su coche hasta llegar al asiento del copiloto, entró y se abrochó el cinturón de seguridad esperando a que hiciera lo mismo, como no vio movimiento por mi parte, alargó el brazo hasta llegar a mi cinturón y atármelo.

EL NIÑO DE MAMÁWhere stories live. Discover now