• Capítulo 36: Cambio de planes •

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Los altavoces del avión resonaron en un desagradable pitido, despertándonos a los tres de golpe y haciéndonos tapar los oídos. De repente, el sonido cesó y se escuchó un disparo.

Miré a Alex, tenía la misma expresión de horror que yo, ninguno entendía nada, vi como entrecerraba los ojos en posición de alerta, su pecho subia y bajaba con más fuerza y lentitud.

-Tras de mí – se levantó de su asiento, y Elliot y yo nos sentamos un asiento a nuestra derecha, así Alex quedaba en el sitio de Elliot junto al pasillo.

El sonido volvió a repetirse causando el temor de todos los tripulantes quienes se encogían en sus asientos, abrazaban a sus acompañantes o tecleaban rápido entre sus móviles, lo que deduje eran sus últimas palabras.

Un sonido estremecedor, proveniente de uno de los azafatos, llegó a nuestros oídos. Alex me miró preocupado, sus facciones estaban tensas, endurecidas y sus ojos estaban entrecerrados intentando enfocar la situación.

Ante nuestros ojos aparecieron dos siluetas, un hombre y una mujer, en mascaras de Vendetta sujetando un rifle. Había visto aquella misma arma en la maleta de Alex, era una R15, el rifle más vendido hasta la fecha. Gran precisión, puntería y fuerza, capaz de atravesar el alma inclusive. Me apreté más a Elliot, no por miedo, que habían razones para tenerlo, sino como instinto de protección.

-¡Qué gran recibimiento! – exaltó el hombre, su voz sonaba distorsionada por lo que deduje que su máscara estaba bien equipada, y esto había estado previsto desde antes de subir al avión – No queremos sembrar el pánico ¿Se nos ve cara de asesinos? – cogió del cabello a una mujer rubia de la primera fila a punto de estallar en lágrimas - ¡Te he hecho una pregunta!

-N-no – contestó con voz cortada y tartamuda la pobre mujer, el hombre la soltó con desdén causándole dolor, su acompañante la cogió por los hombros estrechándola para calmarla.

-Respuesta correcta, no tenemos cara de asesinos porque no se nos ven las caras – en su voz había felicidad y chulería mezcladas a partes iguales – Y mientras sea así, puedo prometeros que nadie saldrá herido, ni muerto.

Las últimas palabras fueron directas hacia las personas que contenían sus lágrimas, haciéndolas estallar.

-Ahora si son tan amables – Esta vez fue la mujer quien habló paseándose con un cubo blanco típico de Halloween por los pasillos del avión – voy a pedirles que dejen sus joyas y relojes dentro de este cubo. Tengan ya asumido que sus pertenencias de las maletas nunca llegaran.

La mujer llegó a nosotros a la vez que el hombre cruzaba al otro pasillo del avión, donde estaban los de primera clase, aunque la máscara cubría todo el rostro de la mujer pude distinguir sus ojos, oscuros y hundidos. Meneó con impaciencia el cubo delante de nosotros.

-No tenemos nada, todo lo de valor lo tenemos en las maletas – contestó Alex manteniéndome al margen.

- Anda guapo hazme el favor de no subestimarme... - soltó una risita que tras la máscara sonó robotizada, señaló con un gesto de cabeza el reloj dorado que tenia Alex en la muñeca - ¿Y eso? ¿Me vas a decir que es de juguete? No soy novata en esto, sé que es de calidad, así que chato ya lo estás metiendo en el cubo.

Alex no se inmutó.

La mujer meneó la cabeza negándose a sí misma a la vez que dejaba escapar una risa con desdén, deslizó por su hombro el rifle dejándolo apoyado en la sien de Alex con egocentrismo.

-Dame el puto reloj cariño, y te prometo que no te va a pasar nada – dijo con un fingido tono de cariño y proximidad.

Alex me miró, estaba tranquilo y sonriente, Elliot estaba pegado a mí seguramente hasta tal punto de notar cada una de mis costillas. Mi pulso estaba acelerado no sabía que le pasaba a Alex por la cabeza, y todos mis pensamientos tenían un mismo final pesimista, miré a Alex con los ojos entrecerrados intentando adentrarme en su mente y ver esa idea tan absolutamente peligrosa y estúpida como siempre, se le había pasado esta vez para salvarnos el culo. Pero no pude, sus emociones eran tan contrarias a las mías, que mi corazón, acelerado por la adrenalina y miedo, era más poderoso que mi concentración. Y para rematar lo de la idea estúpida que tendría, Alex me guiñó el ojo.

EL NIÑO DE MAMÁWhere stories live. Discover now