-¿Nos vemos esta noche? – me habló Jon sonriéndome con una dentadura perfecta.
Habían pasado tres días desde nuestra última charla con Katy, Alex no seguía de acuerdo con mi plan de "seducir" pero sinceramente, poco me importaba, era la solución menos violenta que se me ocurría y la que mejor porcentaje tenía de salir bien.
Sonreí como una completa niña.
-Lo siento... Tengo doble turno esta noche – mentí.
Esta noche teníamos que coger el avión hacía España, y aunque Elliot estaba entusiasmado y le hacía creer que yo también, la verdad era que me aterrorizaba pensar que estaría más de ocho horas sin poder pisar el suelo a una altura tan alta.
-¿Algún día tendrás tiempo para mí? – sus ojos se endulzaron pero seguían sin dilatarse, tragué saliva para luchar con mi yo interno que vomitaba.
-Mi tiempo es tuyo – me acerqué a él apoyándome de puntitas y dejándole un beso en los labios, antes de que me diera tiempo de apartarme de él, cogió mi cintura y profundizó el beso guiando mi lengua con la suya.
Y aunque me costaba admitirlo, hasta su beso era difícil de averiguar si se trataba de una trampa.
-Te quiero nena.
-Yo también cariño – le sonreí sujetando mi cabeza con el marco de la puerta mientras veía como iba escaleras abajo, cuando dejé de verlo cerré la puerta y empecé a dejar de disimular mis arcadas.
-¿Cariño?
Di un salto al escuchar la voz de Alex, estaba recostado sobre la pared con la ceja en alto y los pies y brazos cruzados.
-¿Qué coño haces ahí? ¿Cómo has entrado? – rodé los ojos mientras me dirigía a mi habitación con Alex detrás de mí.
-Siempre te dejas la ventana abierta ¿Crees que se lo esta tragando si no paras de decirle cariño? – dijo con tono burlón.
-Sí – abrí mi armario sacando la maleta y metiendo bolas de ropa dentro a presión, me giré hacía él viendo como se me quedaba mirando – Te podría a ver visto y hubieses jodido el plan.
-Sé hacer mi trabajo, ese pusilánime no podría escucharme ni aún estando detrás suyo – sonrió, pero al instante borró su sonrisa apartándome de la maleta y lanzando toda mi ropa encima de mi cama.
-¡Oye! – intenté empujarlo pero para mi sorpresa su cuerpo estaba construido de puro musculo dificultando que pudiera apartarlo con mi fuerza. A simple vista Alex tenia un encanto y atractivo peculiar, no tenia unos labios carnosos, ni unas facciones muy definidas, más bien estaban endulzadas, sus ojos no eran seductores, eran seguros de sí mismo, sabiendo que con una mirada de aquellas podía ahorrarse todo lo que conlleva el arte de la seducción. Me callé repentinamente y él sonrió al ver que me había quedado embelesada mirándolo.
- ¿Te estoy mejorando la vista acaso? – ironizó con diversión, chasqueó los dedos enfrente de mí y pestañeé causándole una sincera sonrisa – Ya que eres demasiado holgazana para doblar tu ropa y que te quepa mejor en la maleta, te estoy haciendo el favor – de repente entre sus dedos movió lo que eran unas braguitas de Minnie – Las famosas braguitas...
-Deja eso – las cogí de su mano lanzándole una mirada asesinada.
- En verdad me gustan. – mi mirada se detuvo en la suya indicándole que no siguiera con el tema, pero como siempre, él ignoró mis señales – Es muy contradictorio, que una chica como tú llevé unas braguitas con estampado infantil.
- ¿Debería sonreír tímidamente o mandarte a la mierda directamente? – le hablé escudriñándole con los ojos, provocándole una risa fusionada con un suspiro. Mojó sus labios y vi aquella escena a cámara lenta para después reproducirla mentalmente unas diez veces, cuando mi mente regresó me encontré a Alex arqueando una ceja en mi dirección.
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EL NIÑO DE MAMÁ
AcciónZaira tiene una vida monótona, que consiste en un mismo horario todos los días de la semana. Despertarse en una cama ajena al lado de un desconocido, huir con sus tacones en la mano, hacerle el desayuno a su hermano mientras él le explica inocenteme...