• Capítulo 16: Siguiendo tus pasos •

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Mamá acababa de llegar a casa y era otra vida para nosotros porque pudo callar los llantos de Elliot con tan solo escuchar su dulce voz. Papa se tumbó, derrotado y rendido, a la vez que admirando a mi madre por tales poderes que tenía sobre mi hermano.

-No te decepciones. Elliot tiene más familiar mi voz porque la ha estado escuchando nueve meses. – Mamá sujetaba a Elliot en su regazo mientras acariciaba la mejilla de mi padre - A demás con tan solo ver a nuestra pequeña Zaira ya puedes saber que eres un padrazo – acabado de decir esto mi madre le dio un tierno beso en los labios.

En ese momento, una dulce e inocente niña de trece años salió de su escondite de detrás del marco de la puerta sujetando un vaso con una mezcla extraña que había dejado reposar tres días. Como no era de extrañar aquella niña ya era torpe de nacimiento y el pote de cristal se le resbaló de las manos hasta estallar en el suelo en pequeños añicos haciendo que el apestoso olor quedará al aire libre. Elliot al instante de oler ese desagradable olor comenzó a llorar, papá se tapó la nariz conteniendo las ganas de vomitar y mi madre dejó en brazos de mi padre a Elliot para poder acercarse a mí con el cuello de su camiseta tapando su nariz, aun así se podía ver que estaba sonriendo ya que tenía las mejillas alzadas y sus ojos brillaban.

-¿Qué le has puesto esta vez al compuesto científica Zaira? – su voz era dulce y cálida, en ese momento yo misma sabía que la había liado y que ese olor perduraría toda la noche pero de igual forma ella no le daba importancia.

-Cebolla, ajo y cabello de Barbie... - hablé susurrante. Mi madre una de las pocas cosas que detestaba era que le cortará el cabello a mis muñecas, nunca me llegaba a castigar pero nunca había entendido por qué destrozaba las muñecas nuevas. El porqué era muy simple, me gustaba el pelo corto, y ya que mi madre lo odiaba y no me dejaba cortarme menos de la altura de mis hombros, decidí que mis muñecas eran libres de tomar las decisiones que quisieran. O al menos las que yo veía mejores.

Mi madre rodó los ojos y soltó un suspiro.

-Ya sabes lo que te digo cuando le cortas el cabello a las muñecas. Si sigues así no va a entrar ni una más en casa.

-Pero mamá ya sabes que he dejado de jugar con muñecas, tengo trece años ya soy mayor, si las muñecas no me sirven para jugar tendré que darles otro uso mejor – me crucé de brazos sabiendo que no tenía razón pero quería demostrar que mi opinión sobre los nuevos cambios de looks era la correcta.

-¿Y qué pretendías hacer? – mamá odiaba las discusiones y por eso dejó pasar el tema, hasta la próxima vez, una que no iba a ocurrir.

-Una bomba fétida – la hice reír y sonreí al escucharla, la risa de mi madre era la que más adoraba en este mundo, después de la de Elliot porque a diferencia de mi madre que era una mujer risueña, Elliot lloraba sin parar hasta que llegaba mi madre, y escuchar su risa de recién nacido era un placer que mi padre y yo pocas veces nos podíamos permitir.

-Pues entonces estoy muy orgullosa de ti, has hecho la mejor bomba fétida de la historia. Y muy inteligente poner cabello sintético para darle una concentración mayor – me sacudió el cabello con una sonrisa – pero que sepas que este olor y estropicio te encargas de limpiarlo tú.

***

-¡Zai, mamá se va! – gritó mi padre desde la cocina donde estaba dando de comer a Elliot, corrí con los cordones desatados hasta la puerta para darle un último beso a mi madre antes de ir a trabajar.

-Cariño, acuérdate de seguir mirando trabajos, llegará un día en el que Elliot vaya al colegio y nos quedaremos sin la ayuda del paro, sé que no paro de insistir pero Zai lleva dos años pidiéndonos ir a Londres y... - papá calló a mi madre con un beso en los labios, mamá le sonrió, era un tema que se repetía varias veces en mi casa desde que a mi padre lo echaron fuera del cuerpo de policía porque no tenían suficiente presupuesto para mantener una plantilla tan grande, y mi padre con la excusa de que era de los más veteranos fue de los primeros en salir por la puerta.

EL NIÑO DE MAMÁWhere stories live. Discover now