Me levanté de la cama sintiendo el suave tacto de las sabanas de la cama de Zac, el sol penetraba por la ventana en pequeños rayos de sol, era una cama matrimonial solitaria, solo habitada por mí y pensé en el triste final que era para una cama tan cómoda como aquella. Salí de puntillas de la habitación y me encontré con un Zac durmiendo plácidamente en el sofá, él había insistido en que dormiría ahí para no molestarme.
Sonreí al ver aquella imagen, cogí mis zapatos con una mano y me agaché unos pocos centímetros para dejarle un beso en la frente, era impropio de mí, Elliot era el único privilegiado de mis muestras de cariño. Era costumbre dárselo a mi hermano cuando se quedaba hasta las tantas viendo alguna película y durmiéndose en el sofá y ver a Zac así me daba la misma ternura. No sé que rumbo estaba tomando mi confianza hacia él, pero me podía acostumbrar.
Cerré la puerta con cuidado de no causar demasiado ruido y me acabé de vestir en a las puertas del ascensor. Una vez dentro rebusqué en mi bolso un mechero y un cigarro, al final de mi bolso encontré la última caja con un miserable cigarro, me encendí el último prometiéndome que saborearía cada calada. El ascensor paró justo en la única planta de las diez que había que menos deseaba, y justo entró la última persona que quería ver.
-Nena... - habló Jon con su cabello aún mojado, una sonrisa inocente y la camiseta arrugada. Aun así había que admitir que seguía igual de atractivo.
-Menos juegos Jonathan. No soy tu <<nena>> - hablé contundente. Bajó su mirada algo incómodo y cerró tras él la puerta del ascensor.
-¿Todo bien? – preguntó en un intento de no mantener un silencio incómodo.
-¿Eso es lo único que tienes por decir? – achiné los ojos llevándome otra calada y soltando de una bocanada todo el humo.
-¿Qué tendría que decir? "Lo siento Zai, me he acostado con otra." Tú misma dijiste que lo nuestro fue solo de una noche ¿Por qué ahora te importa? – estaba tranquilo y lo que dijo me dio una bofetada en todo el orgullo.
¿Qué importaba? Tenía razón. Pero mi cabeza aún que fuera una respuesta muy lógica pensaba que era la menos oportuna y más idiota que podría haber dicho.
-¿Estás celosa, muñeca? – se aproximó a mí colocando su brazo enfrente de mí para evitarme el paso.
-Quita ese brazo de mi camino Jonathan.
-¿O sino qué? – se burló.
Los engranajes cedieron en la planta principal y me dispuse a salir pero Jonathan no apartó el brazo, le miré un momento a los ojos desafiante, estaba a escasos centímetros y aunque las ganas por comerle la boca me ganaban tuve el bastante orgullo como para lanzarle la colilla aun ardiendo por dentro de la camiseta. Cuando sentía que se quemaba se apartó de un salto dejándome pasar, sonreí victoriosa.
-¡Esto no acaba aquí, muñeca! – gritó desde el ascensor.
- ¡Olvídame Jonathan! – dije mostrándole mi dedo corazón con "mucho cariño".
Me coloqué bien el bolso y taconeé hasta llegar a la parada del autobús. Había un chico con el cabello rizado mirando su teléfono móvil, sus gafas estaban al borde de caerse ya que estaban al límite de su nariz, el autobús de ambos llegó y me abalancé para pasar primera pero aquel chico me fulminó con la mirada empujándome hacía atrás, abrí los ojos sorprendida y molesta. Una vez dentro del autobús mi mirada busco desesperadamente un sitio donde sentarse, para mi mala suerte el único que quedaba era al lado de ese chico.
Al sentarme a su lado él subió su cabeza para mirarme y suspiró conteniéndose de soltar una carcajada.
-¿Tienes algún problema conmigo? – le hablé desafiante.
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EL NIÑO DE MAMÁ
ActionZaira tiene una vida monótona, que consiste en un mismo horario todos los días de la semana. Despertarse en una cama ajena al lado de un desconocido, huir con sus tacones en la mano, hacerle el desayuno a su hermano mientras él le explica inocenteme...