• Capítulo 19: Una mejor opción •

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Estaba acurrucada en los brazos de Jon, no era algo habitual en mí, y estaba empezando a pensar que en Jon tampoco por la manera que se movía incómodamente, levanté un poco mi cabeza de su regazo chocando con su mirada, dedicándome una sonrisa de lado y un brillo de ojos.

No estaba acostumbrada a sonrisas como aquellas, ni a que unos ojos que no fueran los de mi hermano brillarán tanto, a lo que desgraciadamente si estaba acostumbrada era a las miradas descaradas, lujuriosas y asquerosas, a las sonrisas con la boca medio abierta haciendo caer medio litro de saliva, a mordidas de labio de señores casados o de jóvenes que creían que era suyo el mundo. Y dolía darme cuenta ahora de eso. Que estaba acostumbrada a la mala cara de todo, y que hasta ahora, nadie que no fuera Elliot había reparado en ello.

-¿Qué te pasa pequeñaja? – Jon acarició mi pelo con delicadeza y como si fuera un gato cerré mis ojos acurrucándome más en él.

-No estoy acostumbrada a esto – admití – a muestras de cariño y esas cosas...

-¿De verdad? – sonrió mostrando sus dientes en una sonrisa sincera haciéndome darme cuenta que seguramente era la sonrisa más bonita que había visto – Eso lo tengo que cambiar.

Se acercó a mi lentamente con una sonrisa de medio lado mojándose los labios. Y yo me iba tirando hacia atrás lenta y disimuladamente. Recordaba el tacto de sus labios, carnosos y seductores, recordaba perfectamente todos los besos que nos habíamos dado aquella primera noche, juguetones, traviesos, apasionados... Pero algo me había hecho darme cuenta que odiaba aquellos besos fáciles, que prefería socorrer a otros labios, aunque supiera que no estaban a mi alcance, a unos suaves y tímidos, con los que tuve el beso más rápido, falso y bonito de mi vida.

Me asusté de mi misma al tener aquellos pensamientos. No era muy fanática de los cambios y menos de los problemas, y aquel cambio en mí comportaría muchos problemas.

-¿Zai dónde están los fideos de microondas? – me llamó mi hermano desde la cocina salvándome de una situación incómoda.

Puse mi dedo entre los labios de Jon haciéndole parar y callar, lo intenté decorar con una de mis sonrisas más sinceras disculpándome para ir ayudar a mi hermano. Me levanté y fui hasta la cocina con un Jon mirándome embobadamente como un idiota enamorado.

-¿Es tu novio? – preguntó intrigado mi hermano, el sobre estaba en el último cajón del estante de arriba y aunque nunca me había quejado de mi altura, ni un jugador medianamente alto podría llegar hasta ahí. Rodé los ojos y cogí una silla, una de las patas estaba un poco suelta pero no le di mucha importancia.

-Tsss – dije como respuesta subiéndome a la silla – Ya quisiera él. – Miré con una amplia sonrisa a Elliot que imitaba mi sonrisa, teníamos aquella complicidad (y maldad) que entre hermanos entendíamos. Le extendí el sobre de fideos y cuando iba a cerrar el armario la silla se tambaleó haciéndome caer hacia atrás.

Pero nunca llegué a caer.

Los brazos de Jon me cogían como una princesa de cuento de hadas sonriéndome socarronamente y complacido de salvar a su "damisela en peligro", le sonreí incomoda.

-Bájame – le espeté al ver que disfrutaba teniéndome a su merced.

-Podría llevarte así a la cama.

-Me voy... - rodó dramáticamente los ojos - Suerte en la vida hermana. – Dijo Elliot dándose media vuelta y alzando las cejas.

-¡vuelve inmediatamente jovencito! – le grité pero él solo me contestó con una sacudida de mano restándole importancia a mis palabras.

Sucio traidor.

Giré mi mirada de la puerta donde se había escabullido el que consideraba mi hermano y posé mi mejor mirada y sonrisa inocente en Jon.

EL NIÑO DE MAMÁWhere stories live. Discover now