Los personajes de Candy Candy pertenecen a Kyoko Mizuki. Esta historia es escrita sin fines lucrativos, sólo con fines de diversión y recreación.
Otro día de ser excluído para William Albert Andley, a pesar de que ese día darían un almuerzo de bienvenida para festejar la llegada de los niños Stear y Archie Cornwell a Lakewood.
-¿De qué me sirve que llegue más familia a esta casa George, si de todas formas soy como un mueble? ¿Por qué me hacen esto? ¡yo también quiero estar ahí!
-Billy, no te sientas mal. Eres el jefe de toda esta familia y aunque no debiera estar repitiéndote todo esto, lo hago porque quiero que sepas la razón de tu aislamiento.
-Ya sé, me lo has dicho mil veces, hay personas interesadas en pelear por mi puesto, pues con gusto se los dejo, a mi no me gusta estar encerrado. Además tú lo has dicho, soy el jefe y yo mando...
-¡Espera William! eres un chiquillo, ¿a dónde crees que vas?
-Vamos a pasear, ya que no puedo estar cerca de mis sobrinos, quiero tomar aire fresco George ¡Quiero salir!
-Vamos, te acompaño, no puedo dejarte sólo por ningún motivo.
Salieron de la mansión Andley por el ala oeste que conectaba con la vieja mansión después de atravesar una amplia zona boscosa.
Billy estaba encantado, maravillado con la libertad de ese día.
-George, si prometo no alejarme, ¿puedo salir cuando yo quiera y venir a esta casa abandonada?
-No lo creo Billy, hay mucho peligro para ti... ¡Cuidado!
-¡¿Queeé?!
George tomó una rama y asustó una araña gigantesca que avanzaba en dirección al puberto patriarca.
-¿Ves a qué me refiero Bill? Será mejor que regresemos...
-Era sólo una arañita, ¿conoces la tarántula Goliat? ¡A ésa sí tenle respeto!
-Vamos hijo, volvamos a casa.
-Gracias por decirme hijo, aunque en realidad quisieras ser mi cuñado, te he visto... jajajaja!
-Calla Bill, no repitas eso, puedes ocasionar serios problemas a tu hermana...
Amelia era una chica de 20 años que fue contratada exclusivamente para atender a William. Tenía órdenes estrictas de no revelar a nadie la existencia del chico.
Desde que llegó a trabajar a la mansión, aceptó al pié de la letra las reglas y siempre las respetó. Una de ellas era no hablar con Will, no hacer amistad con él, limitarse a asear su habitación, lavar sus ropas y llevarle sus alimentos.
Nunca se le explicó la razón y esas medidas a ella le parecían crueles. Era como tener secuestrado al pobre muchacho, que además era exquisito ante los ojos de ella, sólo que cuatro años más chico.
Cuando William cumplió 16 años, no sólo se hundió en la tristeza por el fallecimiento de Rose Mary, su soledad era además una pesada carga en su adolescencia.
El chico había escapado por la ventana, lo hacía todo el tiempo. En el funeral de Rose Mary había escapado también.
Todo lo que se le llevaba de comer, lo vaciaba por la ventana y entregaba momentos después la charola vacía a Amelia.
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