-Entonces Candy, ¿tú creciste en el hogar de Pony?
-Así es señor Brown.
-Y nunca conociste a tus papás, ni te dijeron las monjas una pista ni nada...
-No, la única pista es que llegué al hogar de Pony en una nevada noche de diciembre. A decir de mis madres del hogar yo tendría unos seis o siete meses y ellas haciendo sus cálculos acordaron que nací en mayo. ¿Sabe? Es el mes más bonito en la colina de Pony, todo es verde y las flores pintan el paisaje de miles de colores...
-Sí, me lo imagino; entonces ¿naciste en mayo de 1898?
-Sí, eso supongo señor Brown... veo que le causa mucha inquietud mi origen.
-Sí Candy, demasiada.
Dijo el señor Brown mientras bajaba la mirada y trataba de esconder unas lágrimas que pronto caerían por sus mejillas.
-¿Qué te pasa papá?
-Jhon, me gustaría mucho que me dejaran platicar un momento a solas con la señorita Candy, señorita Patty, disculpe usted.
-No hay ningún problema señor Brown, con permiso...
Candy miraba extrañada al padre de su amigo, ahora la inquieta era ella.
Cuando vio la emoción a punto de desbordarse en los ojos de Alexander Brown entendió que algo muy importante tendría que decirle.
Jhon y Patty se pusieron de pié y se fueron a caminar por la orilla del lago, Harry y Annie no se dieron cuenta de nada, ellos seguía platicando con gran entusiasmo, ambos ya estaban encantados el uno con el otro y habían planeando salir juntos, ellos solos.
-Candy, lo que te voy a decir para mi no es fácil, me imagino que para ti será muchisimo más difícil creerlo y mucho más aceptarlo.
-No me espante señor Brown, ¿tan malo es lo que me va a decir?
-Eso depende de ti, de tu fortaleza, de tu carácter y de qué tanto seas capaz de aceptar las posibilidades que la vida presenta ante tus ojos. Candy estoy seguro de saber quienes fueron tus padres.
Candy palideció, ese día ya había sido demasiado para ella, enterarse de la paternidad de Anthony y ahora de quién posiblemente serían sus papás, era mucha información y emociones para un sólo día.
-No sé si quiero saberlo señor Alexander...
-Entonces no diré nada hija, hasta que estés segura de querer enterarte.
Candy sintió erizar su piel cuando escuchó decirle "hija" al señor Brown. -"Esas pecas, esos ojos verdes esmeraldas, ¡como los míos! ¡Señor ayúdame! ¿Será que es él, el hombre al que siempre he deseado llamarle papá? Necesito fuerzas, el aire me está faltando, cálmate Candy, respira profundo" -pensaba Candy".
-¡Candy, estás muy pálida hija, respira profundo... Candy... Candy!...
Candy se perdió en un abismo, finalmente se desmayó y cuando volvió en sí ya tenía a todos a su alrededor, se sintió muy apenada y se incorporó para tratar de aclarar sus pensamientos.
-Todavía no me dice nada señor Brown y ya me desmayé, imagínese usted si lo dice, ya estaría yo infartada.
-Sí, vaya susto nos has dado señorita Candy, aunque debo decirte que eso también es de herencia...