-No me imagino siendo una tía abuela...
-¡Yo si te imagino Candy, te verías muy hermosa!
-¡Albert! ¿lo dices en serio?
-Ya pequeña, sabes que lo digo para molestar, no quiero en tu bella cara nada de tristezas, espera a que hables con Anthony.
Candy y Albert compartieron días de salir juntos, la tía abuela los acompañó en algunas ocasiones, pero algo la hizo desistir de seguir acompañando a la joven pareja. La tía Elroy descubrió un cariño inmenso de Candy hacia Albert, de la misma forma encontró a Albert encantado con la jovencita, llenándola de mimos, de abrazos, de tiernos besos en la frente, ella sólo observaba y se preguntaba si acaso sería posible que las cosas estuvieran cambiando de esa manera.
"William está enamorado de Candy... y ella, ella si no me equivoco le corresponde"... -Pensó Elroy.
Una semana antes de que llegaran Anthony y los demás de Londres, decidieron irse a Lakewood, allá pasarían las vacaciones de verano.
Una mañana Albert invitó a Candy a montar a caballo.
-¿Ya estás listo Albert?
-Santo cielo Candy, ¡te ves... preciosa!
Dijo Albert mientras tomaba una mano de Candy y la hacía girar para admirarla completa. Llevaba su traje de equitación, sus botines, camisa blanca, un chaleco rojo y su cabello peinado en una larga trenza que cuidadosamente había peinado Dorothy para su amiga.
-Y así ruborizada te ves más hermosa todavía.
-Ya Albert gracias pero es suficiente, me agrada lo que dices pero es hora de irnos.
Salieron a cabalgar con rumbo al bosque, hicieron una carrera por uno de los caminos que llevaba al hogar de Pony, de ahí siguieron al lago para que los caballos se refrescaran. Albert se acostó en el césped para descansar la espalda, la falta de costumbre le hizo lastimarse un poco, Candy en cambio no tuvo ninguna molestia.
-¿Te duele mucho?
-No Candy, no te preocupes, esto es normal cuando tengo mucho tiempo sin montar, creo que fue la carrera.
-Yo creo que es la edad, yo también tenía mucho tiempo sin montar un caballo y mírame, estoy como si nada. Un tío abuelo no debería montar caballos a sus años, usted debería guardar reposo mientras su hija adoptiva le lee historias...
-Candy, tú sabes que no eres mi hija adoptiva, es más, serás mi esposa el próximo año así que mejor puedes decir que eres mi protegida, ¿eso haremos ya casados no? Te protegeré toda mi vida.
-¡Albert!
-Jajaja, no sólo tu puedes bromear Candy... ¡auch!
-Si te duele podría ayudarte dándote un masaje ¿está bien?
-Sí Candy, gracias.
Candy quitó con cuidado el saco de Albert, lo colgó en una rama y desfajó su camisa del ceñido pantalón.
-¿Qué haces Candy?
-A mí también me causa un poco de vergüenza hacer esto, pero si te doy el masaje sobre la camisa el calor de las manos no será igual.
-¿El calor de las manos?
-Si, Albert... parte importante del masaje es el calor que se aplica sobre la piel.