El día en el que nos "casaríamos" el clima se puso de nuestro lado. Por la mañana, mientras escuchaba al profesor hablar de eritrocitos, veía por la ventana el cielo despejado con el sol como punto central. No hacía viento pero tampoco bochorno.
Después de clases, corrí a una tienda de juguetes a comprar y rentar todo lo que Joy me había encargado. No iría hasta la noche al hospital, pero quería prepararme bien.
Luego fui a mi casa y llevé la bolsa repleta de objetos y ropa a mi cuarto. Le avisé a mamá que aquella noche llegaría un poco tarde, que ayudaría en el hospital y ella no me replicó nada. Comenzaba a acostumbrarse a mis salidas y sabía que estaba enterada que iba al hospital a ver a Joy. Pero ella no me decía nada y yo tampoco sacaba el tema.
Las horas que faltaban para ir al hospital me las pasé acostado en mi cama, pensando en estrellas, labios color cereza, animales de papel y saltos de un centímetro. Al final, la imagen completa era la de una chica con una sonrisa que era capaz de detener hasta las guerras más atroces del mundo, con una risa melodiosa que dejaría al Universo mismo impresionado y con unos ojos de chocolate que harían amar el dulce hasta el diabético más acérrimo.
Joy era el conjunto de todas las cosas buenas, todas las cosas malas y todas las cosas prohibidas. Una combinación mortal que estaba seguro dejaría heridas en lo más hondo de mí.
Me levanté de mi cama y me acerqué a mi escritorio. Agarré un cuaderno y comencé a escribir todo lo que tenía en mente. La cabeza me daba vueltas con tantas ideas, me mareaba, por lo que quería liberar todo en el papel.
Era una carta para Joy. Una carta sin propósito ni sentido. Pero ¿acaso así no era mejor? Expuse todo lo que rondaba en mis pensamientos y al final firmé sintiendo la mano temblorosa. La guardé en la bolsa que llevaría al hospital para no olvidarme de ella.
Comenzaba a comprender un poco más el deseo de Joy. El significado de "casarnos" para nosotros difería totalmente del que la gente creía.
Si hoy era su último deseo, también sería el mío. Porque sin haberme dado cuenta, nuestros corazones habían sido enlazados con fiereza desde hace mucho tiempo. Los sentimientos eran más sinceros que las palabras, estaba seguro de ello.
Aunque ninguno de los dos había dicho las dos palabras mágicas, podíamos verlas en la mirada del otro y en las sonrisas secretas que en ocasiones compartíamos.
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La lista de deseos de Joy
Short StoryUn chico que no sabía lo que era vivir y una chica que le enseñará las cosas más básicas de un ser humano. Empezando por un simple saludo y una sonrisa dulce. Y todo a causa de una lista de deseos para antes de morir. Portada hecha por @organicos