Lo que le siguió a esto fue algo que nunca en mi vida pensé que haría. Menos con una chica a la que le gustaban las figuras de papel, las estrellas y la pizza de champiñones con doble queso. No con una chica de sonrisa angelical y ojos infantiles. No con Joy, quien era en mi opinión la persona más sorprendente que había conocido.
Joy se encargó de la decoración. Fue sacando de mi mochila todo lo que me había pedido, las lámparas de queroseno, los paquetes de confeti, la mini grabadora y, por último, los dos anillos en forma de animales. Uno de un gato y otro de un perro. Porque ella decía que yo era tan arisco como un gato y yo pensaba que Joy poseía la ingenuidad de un canino.
Y entonces nos paramos en medio de la azotea. Era de noche, por lo que el viento que soplaba era frío, pero no me estremecí. Las luces de las lámparas nos rodeaban, creando una especie de escena de película fantástica, casi parecía en otro mundo. Y me sentía así, porque todo era tan mágico que se me dificultaba creerlo.
Joy con su bigote falso y corbatín torcido, yo con un velo blanco encima de mi cabeza. Ambos, mirándonos a los ojos con sonrisas titubeantes.
Joy se aclaró la garganta. Primero sostuvo la grabadora cerca de su boca y presionó el botón para comenzar a grabar lo que decía.
—Señoras estrellas y querida luna, esta noche es una noche especial, una noche mágica. Ustedes tendrán el gran honor de presenciar la unión de dos seres humanos de la forma más original posible que podrán ver nunca porque, vamos, él es la novia y yo el novio —comenzó diciendo, cerrando los ojos de forma ceremonial y agarrando un plato de aluminio con los anillos encima—. Como somos dos adolescentes que nada saben de la vida, nos arriesgaremos a tomar la mano del otro y no soltarla hasta que las circunstancias lo ameriten.
Joy me miró, interrumpiendo su discurso, y yo a su vez alcé las cejas confundido, sin saber qué decir.
—Tonto, los votos —masculló Joy, como si tuviera frente a una multitud de personas que nos observaban.
—¿Los votos? —pregunté, pero me arrepentí al instante en el que ella me lanzó una mirada seria—. ¡Ah, sí, los votos! Claro, bueno, eh...
Yo no tenía idea de qué se debía decir en una boda, tampoco era como si hubiera asistido a muchas. Al fin y al cabo, solo tenía diecisiete años, y como decía Joy, nada sabía de la vida.
Sin embargo, respiré profundo y dejé que mi corazón hablara. Al parecer él sabía más que yo.
—Querida luna, tú todo lo sabes. Y de seguro debes saber que lo que estamos haciendo hoy no es un simple acto infantil como muchos lo pensarían. La verdad no sé cómo explicar lo que siento en este momento, solo que el anillo que estoy a punto de entregar a la chica que tengo en frente es el símbolo de mi vida. Mi vida ya no es del todo mía, ahora la comparto con ella. Porque para muchos podré ser un chico inmaduro y tal vez sea verdad, pero mis sentimientos no lo son. Y no hay algo de lo que esté más seguro que esto. —Agarré uno de los anillos de plástico, sosteniendo con mi mano la de Joy y con cuidado deslizándolo en el dedo anular de su mano derecha—. Que lo que siento por Joy es lo más real de mi vida y que este momento es una muestra de esa realidad.
Cuando terminé, me quedé mirando el dedo de Joy, tan delgado y pálido, decorado por aquel simple e infantil anillo. Sin embargo, se veía hermoso y más por el significado que este conllevaba.
Un segundo después escuché una risita. Levanté la vista y me encontré a Joy en medio de una confusión de lágrimas y risas, sollozos y sonrisas resplandecientes. Era gracioso porque intentaba reír con normalidad, pero el temblor de su cuerpo no la dejaba.
Yo solo pude observarla en silencio, comprendiendo en parte lo que trataba de decir con sus lágrimas y sus sonrisas.
Joy y yo éramos una mezcla rara de un romance poco convencional. Nos conocimos de una manera extraña, convivimos de una forma no tan peculiar y ahora estamos aquí, "casándonos" y uniendo lo que nos queda de vida bajo la supervisión del cielo como único testigo.
La abracé. Porque sabía lo que sentía. Era nuestro momento y nada más. El tiempo se detuvo solo para nosotros, los relojes de todo el mundo pararon para que aquel abrazo se hiciera eterno.
Y es que mientras abrazaba a Joy las palabras felicidad y eternidad eran sinónimos.
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La lista de deseos de Joy
Short StoryUn chico que no sabía lo que era vivir y una chica que le enseñará las cosas más básicas de un ser humano. Empezando por un simple saludo y una sonrisa dulce. Y todo a causa de una lista de deseos para antes de morir. Portada hecha por @organicos