Epílogo | Una carta de amor sin mucha azúcar

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Probando, probando. Uno, dos, tres.

Robbie, ¿estás ahí?

Bueno, no tengo manera de saberlo, pero quiero creer que es verdad. Si no es así, me sentiré mal y es posible que muera con mal de corazón, tú serás el culpable.

De acuerdo, creo que tal vez no estás de humor para bromas. Pero vamos, tú sabes que mi personalidad se basa un noventa por ciento en el sarcasmo y el otro diez en la seriedad. Seriedad que se ve interrumpida por mis momentos de inmadurez juvenil.

La verdad no sé qué decir aquí, antes de agarrar el bolígrafo tenía todo muy bien pensado, mas ahora las palabras salen corriendo de mi cabeza.

No sé si lo has notado, pero estoy nerviosa. Y vaya, que yo esté nerviosa es algo extraño. La mayoría del tiempo no sé lo que es la palabra prudencia y suelto lo primero que se me viene a la mente. Sin embargo, en este momento estoy cuidándome de no escribir algo incorrecto y arruinarlo.

Supongo que debo empezar con un lo siento.

Ese lo siento debes repartirlo hacia todas las cosas que hice mal mientras estuve contigo. Porque puede que sea un tanto orgullosa, pero sé admitir cuándo jodí algo. Y vaya que contigo cometí muchos errores.

El primero fue el no haberte dicho sobre mis estúpidos pulmones que me impiden tener una vida de adolescente normal.

Mantener todo en secreto fue difícil, sobre todo porque estaba en un hospital, y si estaba allí era porque estaba enferma. La verdad que intentaba ocultar era clara cada vez más.

No es que me avergüence de estar enferma, claro que no. Digo, creo que ya me acostumbré al dolor de tener que respirar. Solo que por algún motivo no quería que precisamente tú supieras de mi enfermedad.

Veamos, desde que tengo uso de razón las personas han cumplido mis caprichos justamente porque estoy enferma. Me sonríen con esfuerzo aunque ni siquiera sepan mi nombre y me dan dulces como si la maldita azúcar ayudara a respirar mejor.

Lo que quería contigo era que me vieras a mí, no a mi enfermedad. Que estuvieras conmigo porque quisieras, no por compasión. Y bueno, ahí hago un paréntesis porque sé que prácticamente te obligué a que cumplieras mis deseos, pero tú podrías haberte negado con facilidad, ¿no? Al menos eso quiero pensar.

Robbie, no quiero que creas que el tiempo que pasamos fue un desperdicio para mí. Es más, prometo algún día golpearte si lo llegas a pensar.

Para mí, aquella Pepsi nunca tuvo mejor sabor, la pizza de champiñones con doble queso nunca fue tan deliciosa, Friends nunca fue tan gracioso y la noche y las estrellas nunca fueron tan brillantes.

Y solo porque tú estabas allí.

Otra parte del lo siento está dirigida al haberme ido sin explicaciones. Perdón, no tenía idea de cómo despedirme y qué decirte. No estaba mentalmente preparada para verte llorar —porque sé que lloraste, no trates de engañarme— y así arrepentirme por completo de mi decisión. La botella fue lo único que pudo pensar, espero hayas entendido el chiste en eso.

Ahora mismo estoy en otro cuarto —esta vez es 206, no 104— de otro hospital en otra ciudad. Estoy escribiendo esto mientras veo cómo unos niños juegan en un charco en el jardín que está al lado. Al menos aquí también estoy cerca de un jardín.

Me gustaría decirte que volveré pronto a tus brazos y podremos besarnos y hacer muchas cosas más como los adolescentes hormonados que somos —sé que te sonrojaste con esto—, pero no quiero mentirte de nuevo.

No sé cuándo voy a volver o si te veré otra vez. Ni siquiera sé si podré mejorar. Quiero esperar que sí, porque, joder, el vuelo de una ciudad a otra no es tan barato, eh. Menos contando la estadía.

De acuerdo, dejaré las bromas a un lado. Perdón.

Solo quiero pensar, Robbie, que nuestro encuentro no fue simple casualidad. Que alguna fuerza superior realmente quería que la máquina expendedora aquel día fallara para que así yo pudiera ayudarte. Eso es lo que deseo.

Y si esta fuerza superior también lo quiere, estoy segura que nos volveremos a encontrar. Tal vez en unos meses o quizá años. En esta vida o la otra.

¿Sabes por qué estoy tan segura?

Porque es mi último deseo para antes de morir.




***

N/A: Antes de lanzarme a agradecer, quiero pedir una disculpa a los lectores de esta historia. De verdad, verdad lo siento por darles un final tan... así. Ni yo estoy satisfecha, pero realmente que no soy capaz de escribir más. Lo que quería era terminar la historia antes de que no fuera capaz de escribir siquiera una línea.

No me malentiendan, escribir es lo único que me mantiene en pie ahora mismo, pero hubo un momento que le perdí el gusto a escribir la historia y simplemente no tenía las fuerzas para seguir. Apresuré el final para terminarla de una buena vez. 

Sé que ustedes no se merecen esto, me siento muy mal por ello, así que les pido disculpas de antemano si se decepcionaron con el final. Aun así, debo decirles que la historia no terminaría de otra manera. El final que escribí era el que tenía pensado desde el principio, así que por ese lado no me siento tan mal jaja pero aun así no di todo de mí. Lo siento muchísimo *hace un dogeza* 

Sin embargo, debo darle las gracias a todos aquellos que leyeron la historia de principio a fin, aguantaron a estos dos chicos que son bastante incomprensibles (incluso para mí). Muchas gracias por su apoyo♥ 

Espero nos veamos en otra historia, si es que no se decepcionaron /o\ 

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