Hay momentos en la vida que pasan como especie de película ante tus ojos, como si fueras un simple espectador de tus propias vivencias.
Si pudiera describir en una sola palabra lo que viví al lado de Joy, la palabra sueño sería la indicada. Y para mí, un sueño es sinónimo de deseo.
Porque Joy fue aquel deseo que yo nunca pedí, pero que la vida sabía que necesitaba.
Yo era un chico común, un adolescente que iba por el camino correcto impuesto, alguien que solo se limitaba a vivir su día a día con sencillez. No era el mejor estudiante, pero tampoco el peor. Jugaba baloncesto para tener algo que hacer, no porque me apasionara o así por el estilo. Había tenido novias, mas ellas siempre me terminaban a los poco días. Y curiosamente, sus razones para terminar coincidían la mayoría de veces.
"Realmente no te gusto, Robbie. Soy tu distracción".
"Tú no te interesas por nadie, ni por ti mismo".
"¿Por qué nunca sonríes cuando estás conmigo? Eres muy aburrido".
Y el repertorio seguía.
No podía criticarlas porque en sí no mentían. Yo las usaba a ellas como mi medio para salir por un instante de la monotonía que invadía mi existencia. Sin embargo, al final ellas se mezclaban con esa monotonía y terminaba aburriéndome, como siempre.
Incluso hubo un día en el que mi madre me preguntó si no quería visitar a un psicólogo. "Quizá sea depresión, hijo. Estoy preocupada por ti".
Yo quise reír porque todo era tan ridículo, la situación se me hacía irónica y estúpida. Pero al final lo que hice fue mantener la misma expresión —¿se le podía llamar expresión a eso siquiera?— y negarme. No necesitaba un psicólogo, no necesitaba una pareja para distraerme.
¿Qué quería realmente? No lo sabía. Ni yo mismo lo sabía y me frustraba más por ello.
No obstante, cuando fui al hospital unos días después de lo ocurrido en la azotea para visitar a Joy, la respuesta a tal interrogante apareció como por arte de magia en mi cabeza. Sobre todo cuando vi la cama vacía y perfectamente organizada de la habitación 104. La respuesta también titiló en mi mente cuando di un paso titubeante dentro del cuarto y fui hacia la mesa que había al lado de la cama. Encima de ella, casi puesta por casualidad, como si fuera un adorno más, había una botella vacía de Pepsi.
La agarré con manos temblorosas, no me había dado cuenta de que había comenzado a tiritar en un principio.
Supe que esa era una despedida muy al estilo de Joy cuando vi su indiscutible caligrafía en la botella. Al parecer como era con marcador el escribir se le había dificultado más, pero podía entender con claridad lo que decía.
Quise arrojarla al piso y pisotearla, fingiendo de esa forma que eran mis sentimientos. Mas no lo hice. Porque en realidad desde el comienzo estaba consciente de que esta aventura era tan corta como la aparición de un arcoíris después de una tormenta.
Joy fue ese arcoíris, brillante y jovial, con colores tan vivos que me deslumbraban hasta cegarme.
Lo que se me olvidó por un segundo era que los arcoíris no duraban para siempre.
"Chico PEPSI".
Cuando una enfermera entró al cuarto lo que se encontró fue a un chico llorando en el suelo mientras abrazaba una botella vacía. Ella, angustiada, me preguntaba qué me sucedía, que si me dolía algo.
Yo estuve a punto de sonreír. ¿Cómo explicarle que lo que me dolía era el corazón? Y no precisamente por una enfermedad.
Eso fue lo último que tuve de Joy. Una botella de Pepsi, tal como cuando nos conocimos.
Joy, ¿por qué tenías que ser tan malditamente cruel?
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La lista de deseos de Joy
Short StoryUn chico que no sabía lo que era vivir y una chica que le enseñará las cosas más básicas de un ser humano. Empezando por un simple saludo y una sonrisa dulce. Y todo a causa de una lista de deseos para antes de morir. Portada hecha por @organicos