Subimos unas escaleras oscuras que después fueron iluminadas por la linterna que había comprado. Mi mano sostenía la de Joy, aunque ella era la que me guiaba a medida que ascendíamos.—¿Cómo sabías de esta entrada? —pregunté. Se notaba a leguas que las escaleras eran poco usadas, tenía entendido que el hospital tenía otras entradas de emergencia.
—Cuando era pequeña y no quería tomar la medicina, me escondía aquí. Nunca nadie me encontró, aunque al final me obligaban a tomar las pastillas —explicó y alcancé a ver en medio de la penumbra su mueca de asco.
—Era por tu bien —comenté sin saber qué más decir en realidad. El tema de su enfermedad aún era muy turbio, incluso a veces se me olvidaba que Joy estaba enferma.
—Lo sé —susurró ella, deteniéndose de repente. Delante había una puerta y cuando movió la perilla, el chirrido que ocasionó resonó en medio del silencio—. Pero en ese entonces no me parecía tan bien.
Sus palabras a mis oídos sonaron extrañas, tomando un significado diferente que no logré comprender del todo. Sin embargo, olvidé el tema por un instante cuando ella me llevó a lo que era la azotea de uno de los edificios del Hospital. Primero entrecerré los ojos porque el viento me golpeó con fuerza, pero cuando logré enfocar la mirada en el paisaje que se extendía frente a mí no pude más que retener el aliento y abrir la boca por la impresión.
Miles de puntitos brillantes titilaban en el fondo, no sabía identificar si eran autos o las casas donde las familias compartían en aquel momento una agradable cena. Pero lo más impresionante de todo era la vista en las alturas. El cielo oscuro era la cobija de las estrellas que brillaban con fulgor, como si se hubieran enterado que aquella noche sería de nosotros, de dos amantes secretos a los que el tiempo los tenía en la mira.
Yo estaba embobado mirando, mas cuando sentí una tela rozándome la cabeza espabilé y me sobresalté.
Tenía puesto el velo blanco que había comprado en la tienda de disfraces. Ni siquiera me había percatado que Joy de alguna manera logró abrir mi bolso y sacar todo lo de adentro.
—Te luce, Robbie —dijo Joy sonriéndome, acomodando el velo. Yo lo único que hice fue mirarla sin entender lo que sucedía—. Oh, ¿no te lo dije? Yo seré el novio y tú la novia.
Estuve a punto de decirle que repitiera eso último.
—Espera, ¿qué? —Entrecerré los ojos cuando sacó de la mochila el corbatín que ella me había pedido que comprara y se lo puso—. Espera un segundo, creo que no comprendo muy bien lo que pasa aquí. ¿Yo seré la novia... y tú el novio?
—Sí. —Ella era simple con sus respuestas.
—Pero ¿por qué?
Ella volteó a observarme con una expresión seria, sin mostrar sorpresa ante lo que pasaba. Yo estaba tan pasmado que no pude reír cuando Joy se probó el bigote falso que también me había pedido. La verdad era que ella lucía bien con todo, era preciosa y... ¡ese no era el punto aquí!
Respiré profundo cuando me sacó la lengua e hizo una de sus muecas tan especiales. Eran expresiones muy ella.
—¿Por qué no? Ya sabes que yo voy en contra de lo común —explicó. Alcanzó entonces el ramo de flores sintético que había comprado y me lo pasó con una sonrisa—. Y esta vez me dieron ganas de casarme siendo el novio.
Joy estaba loca. Ya lo sabía y lo aceptaba. La amaba así como era, con ideas tan disparatadas que me era dificultoso seguirle la corriente.
Y también no estaba muy seguro de que yo estuviera bien de la cabeza. Porque aun así, la seguía con todo lo que se le ocurriera.
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La lista de deseos de Joy
Short StoryUn chico que no sabía lo que era vivir y una chica que le enseñará las cosas más básicas de un ser humano. Empezando por un simple saludo y una sonrisa dulce. Y todo a causa de una lista de deseos para antes de morir. Portada hecha por @organicos