Capítulo 36

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Mi madre se encontraba en la cocina cortando apio. Me senté en la mesa y pensé en la mejor manera de decirle lo que tenía que decir.

—Iré a la fiesta de... —Comencé pero no me dejó terminar.

—Estás loca si crees que te dejaré salir.  — Contestó con tranquilidad sin dejar de cortar . Bueno, quizás esto no sería tan fácil como había creído.

—Pero mamá...

— No. —  Me interrumpió, esta vez girándose para mirarme con el  cuchillo aún en la mano. Era intimidante. —Cada vez que tu sales, surge un nuevo problema. No irás.

— No puedes encerrarme en la casa. ¡No he hecho nada malo!

— ¿Hablas en serio?— Exclamó.— A ver, déjame enumerar. —  Comenzó a contar con los dedos.— Sales, vuelves a cualquier hora, tu psicóloga dice que te drogas, te comportas extraña, mientes y tuvo que llamarme la policía para que fuera a buscarte. ¿Acaso te parece poco? Podría seguir diciendo más cosas.

Estaba comenzando a perder la paciencia, pero me obligué a calmarme y respirar hondo.

— ¡Mamá! La mitad de lo que acabas de decir son mentiras.—  Comenzó a abrir la boca para contestarme, pero la corté.— Escucha, sé que quizás  no he sido la mejor hija últimamente, pero debo ir a esa fiesta.

— ¿Debes ir?— Se cruzó de brazos.—  Al único lugar al que debes ir es a la escuela.

Cada vez que no quería que fuera a algún lado decía lo mismo.

—Pero mamá, ¡son vacaciones!

—No me interesa, estoy segura de que debes tener algo que estudiar.  No quiero ni imaginarme las notas que debes estar teniendo en este momento.

Conté hasta diez antes de responderle, pues sabía que si perdía la calma,  probablemente  iba a empeorar las cosas.

Así que recurrí a dar pena.

Puse mi mejor cara de adolescente triste y contesté:

—Por favor, madre. —  Supliqué —Es por mi propia salud mental. Si me quedo encerrada aquí, lo único que haré será pensar en Mirla y en papá. — Al decir sus nombres, mi corazón comenzó a doler.—Todo en esta casa me recuerda a ellos.—  Me acerqué a ella y tomé sus brazos.—No me obligues a quedarme aquí. No creo que pueda soportarlo.

Pude ver como la mirada de mi madre se ablandaba.

—Pero la psicóloga dijo...

—Sé lo que te debe haber dicho esa mujer, pero por una vez, escúchame a mi. — La miré fijamente.—Yo necesito ir a esa fiesta, olvidarme por unas horas de todo lo que esta sucediendo en mi vida. Te lo suplico.Seré  mejor cuando vuelva.

Jamas en la vida me hubiese imaginado a mi misma suplicándole a mi madre ir a una fiesta, pero aquí estaba, con mi mejor expresión de pena, insistiendo para ir.

—No lo sé...— Sabia que estaba a un paso de convencerla.

—Por favor.— Volví a suplicar.

—De acuerdo.— Comencé a sonreir. Lo había logrado.—Pero yo iré a buscarte, y me mandarás mensaje a todas horas informándome lo que estas haciendo.

—Gracias, mami.— La abracé.— ¿Te he dicho ya que eres la mejor?

Se alejó de mi y me apuntó con su cuchillo, el cual había olvidado que aun tenía en sus manos.

—No quiero que bebas, fumes, ¡ni mucho menos drogarte!

Otra vez con lo mismo. Comenzaba a hartarme de que siguiera repitiendo eso una y otra vez todo por lo que decía esa maldita mujer.

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