Capítulo 14

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—¿Qué haces aquí?. — Pregunté ni bien llegue hasta Genaro.

Él me observó de arriba a abajo y sonrió.

—Vengo por mi cita.

—¿Tu cita?

Genaro se levantó de las escaleras del porche y caminó hacia mí.

 —Tú y yo tenemos una cita. ¿Recuerdas? —  Rayos. Con todo lo que estaba pasando había olvidado por completo que tenía que salir a una cita con Genaro, el barman, para que de esa forma el me diera las copias de las cámaras de seguridad, y así lograr ver a quien había agarrado mi celular, revelando de una vez por todas quien es mi EstupidoAcosador.

—Sí, lo recuerdo. — No quería salir con él en este momento, cuando alguien me hablaba, lo único que lograba era ponerlos en peligro, y ya estaba cansada de eso. Por eso dije. — Escucha, me encantaría salir contigo, pero la verdad es que en este momento no puedo.

Él se cruzo de brazos.

— Sin cita no hay cámaras.
Yo negué con la cabeza. No iba a salir con él. Descubriría la identidad de mi acosador por mi cuenta.

— Lo siento, pero no.

—Pues entonces, no hay cámaras. — Comenzó a ir hacia su hermosísimo auto que tanto había admirado el otro día mientras llevábamos a Mark al hospital. —Espero que descubras lo que tanto necesitas descubrir.

Cuando ya estaba llegando al auto me puse a pensar.

¿Y si las cámaras tenían eran lo único que tenía para descubrir a mi acosador? ¿Y si todas las respuestas que necesitaba estaban allí? Además, el día en que  él golpeó a Mark, tuvo que haber quedado grabado. Observé como Genaro comenzaba a arrancar el auto y me decidí: yo necesitaba respuestas y si la única manera de conseguirlas era saliendo con Genaro, lo haría.
Por esto,  grité:
— ¡Espera!. —  Pero él ya estaba llegando a la esquina, y no me escuchó. Por lo que corrí detrás de su auto, a la vez que gritaba que detuviera el auto. Media cuadra después el pareció escucharme, y se detuvo de golpe, lo que hizo que me chocara contra su auto y cayera al suelo.

—Mierda. — Murmuré mientras me sentaba y masajeaba mi cabeza.

Genaro rápidamente se bajo del auto y vino hacia mí.

—¿Estás bien?. — Preguntó preocupado mientras me sujetaba de mis brazos para ayudarme a que me parara

—Sí, lo estoy. — Conteste soltándome de él y volví a masajearme la cabeza.

—¿Te has golpeado la cabeza?. — Yo pare de masajearme y deje caer mis manos a los costados. Negué con la cabeza para que me dejara en paz. —¿ Entonces estas bien?. — Asentí. Pensé que no iba a decir nada más, pero inesperadamente tocó con su mano el lugar en donde segundos antes me había estado masajeando. Involuntariamente solté un gritito de dolor. — ¿Con que no te has golpeado, eh? Debes ponerte hielo, Marie.

—No, estoy bien. — ¿Por qué simplemente no lo dejaba pasar? — Vayamos a la estúpida cita antes de que me arrepienta. — Comencé a caminar hasta el asiento de acompañante de su auto. De reojo vi como el levantaba las manos en señal de rendición y entraba en el asiento de conductor. Una vez que ambos estábamos adentro el no arrancó. Solo me miraba preocupado.

—Quizá si vamos a tu casa y te pones hielo en la cabeza...

Já. Como si fuera a dejarlo pasar a mi casa siendo un completo desconocido. Hablando de casa... ¿cómo había conseguido mi dirección?

—Genaro, no. Ya se me pasará el dolor. Arranca el auto, ahora. — Él suspiró frustrado y arrancó. — Ahora dime, ¿cómo sabias donde quedaba mi casa? No recuerdo haberte pasado mi dirección.

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