La Boda

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Desde que escuchó la puerta gemir al abrirse y cerrarse no pudo conciliar más el sueño. Sintió un pequeño beso cerca de los labios y un suspiro silenciado, viendo como aquella silueta desaparecía para dejarlo con las mejillas teñidas de granate.

Giró en la cama un par de veces, no hacía calor, pero algo le causaba ansiedad. Se levantó de la cama y se acercó al espejo de la pared, era lo suficientemente largo y ancho como para visualizarse junto con la mitad de la habitación.

Sus cabellos de sol estaban desordenados, y su piel neutra. Se dio la vuelta sin dejar de mirar al espejo para observar las marcas que había descuidado de Sasuke.

Eran como salpicaduras de pintura sobre su piel. Antes eran pequeñas manchas que se podían llamar defectos de la piel por el sol, pero ahora podrían delatarlo.

Suspiró y buscó sus medicamentos en la maleta que le llevaron del hotel, colocándose una camisa en el camino. Abrió las puertas de la habitación lentamente y en el pasillo le llegó la luz azul de la madrugada.

Caminó descalzo hasta la cocina, buscando un vaso de agua para calmar los caprichos de la enfermedad. Se detuvo cuando se dio cuenta de que el tío ya estaba levantado. Se tomaba una taza de café mientras miraba por la ventana el amanecer del fin de semana.

Carraspeo un poco y éste se giró al escucharlo; Naruto le sonrió, él le devolvió el saludo levantando un poco su taza de café. El rubio se sirvió un vaso de agua de la nevera y se tragó las pastillas.

-Espero que te esté yendo bien con el trabajo de Fabio- le dijo el señor viendo de nuevo por la ventana.

-Sí, me va muy bien, gracias- Naruto se le acercó algo tímido, apoyándose en el marco de la ventana igual que él.

-Lamento no haberte dado el trabajo- se disculpó dándole un sorbo al café –No quiero que la gente hable, ¿sabes?-

-Está bien, no hay problema- le dijo Naruto recordando la pequeña broma que hizo a la pequeña hija comprometida, causa por la cual le negaron el trabajo en el café.

-No quiero que ella éste metida en esos chismes antes de su boda, quiero que esté feliz- el señor arrugó su cara en un intento de reprimir la angustia –La dejé casarse con quien ella ama, para que sea feliz-

Naruto levantó la mirada hacia los pequeños rayos de luz que se escapaban de las montañas, comprendiendo el deseo de aquel padre.

-Lo será, las mujeres como ellas siempre terminan siendo felices- El señor lo miró entrecerrando los ojos.

-Espero hacer las cosas bien ésta vez- le confesó –Mila me odió una vez por obligarla a casarse con alguien-

Naruto asintió, recordando que Sasuke le había dicho sobre su otra prima que vivían en la isla.

-No la conozco- le dijo –Pero, ahora que ésta dejando a Oliasis casarse con quien ama, ¿por qué no le dice a Mila lo mismo?-

-No lo sabes- dijo frustrado, sentándose en una silla de la cocina. Naruto le seguía con la mirada –Ella se fue y me desobedeció-

Naruto sonrió.

-Entonces será más fácil decírselo-

El señor lo miró como tratando de descifrar lo que había dicho. Asintió y suspiró, era un hombre muy orgulloso, pedir disculpas o retractarse en algo que había dicho sería una lucha dentro de su cabeza, pero amaba a sus hijos más que a nada, así que con Mila sería una excepción.

Se quedaron sin hablar viendo el nuevo día, como las aves preparaban la ciudad para despertar.

-Hay mucho que hacer hoy- dijo el tío en voz alta, levantándose de la silla para darle una palmada en la espalda –Eres un buen chico, puedes quedarte todo lo que quieras-

GRECIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora