Acrópolis

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Ya eran las doce del día ni una sombra se había asomado para ellos. El pescador se quejaba del hambre, pero no podían volver sin tener algo que ofrecer para la pescadería, empezó a cantar una canción de cuna y se remojaba los labios con la lengua cada vez que podía.

-No solo a los pescadores nos gustan las sirenas- cantó en inglés para que Naruto pudiera entenderlo –Los peces también desean un beso de las diosas-

De repente escucharon un pequeño silbido bajo el agua y Fabio dejó de cantar por un momento, le sonrió a Naruto y ambos se levantaron tomando la malla. Fabio continuó cantando, pero más bajito, así la sombra en el agua se fue volviendo más oscura, inclinó la cabeza y Naruto lanzó la red sobre la sombra.

Una hora más tarde estaban los dos frente a la pescadería, quemaditos y orgullosos de entregar los peces que ambos consiguieron.

-Estos pescados son muy jóvenes, además, ¿Quién va a comprarlos a esta hora?- los regañaba el encargado de la pescadería.

-Me quedé dormido- decía Fabio rascándose la nuca. El encargado suspiró.

-Busquen que hacer con esos pescados, no se van a vender- sentenció. – ¡Vengan mañana temprano!-

Salieron caminando despacio con su caja de pescados frescos. Fabio no pudo reprimir una risa, seguida de la del rubio.

-Bueno, aquí tienes- le dijo el pecador dándole la caja.

-¿Qué hago con esto?- le preguntó aun riendo.

-Es tu ganancia, mañana ven temprano al muelle- dijo caminando hacía la villa. Naruto suspiró, ya no tenía dinero para el almuerzo ni la cena, y quedaría en deuda con el hotel por una noche más.

Caminó hacia el hotel angustiado y hambriento, cuando tuvo una idea, y se sintió torpe por no ocurrírsele antes.

-¡Buenas noches! Traje pescado para todos- dijo emocionado entrando sin avisar en la cocina del hotel. Los cocineros se le quedaron viendo, pero no dejo de sonreír y puso la caja de pescados sobre la mesa.

-Buenas tardes, señor- le dijo la recepcionista que entraba en la cocina en ese momento -¿Qué hace?- le preguntó viendo dentro de la caja.

-Pretendo que me deje pagarle la noche con la pesca- le pidió esperanzado. La mujer se rió asintiendo. Le gustaba la gracia y la emoción del muchacho.

La mujer habló con los cocineros en griego y ellos sonrieron. Eran cinco de ellos, tres hombres viejos y una muchacha.

Naruto empezó a quitar las escamas de los pescados y se los pasaba a los señores de camisa blanca. Ellos le hablaban en griego, pero el negaba con la cabeza para que supieran que no podía entenderlos. Cuando terminó sacó el diccionario y buscó  en él todo lo que podía. Entendió la palabra de algunos vegetales y pescados.

Se acercó hasta el señor que había empezado a hacer un asopado con el pescado.

-Delicioso- le dijo ofreciéndole un poco en una cuchara para que probara. Él tomó un sorbo y se mordió los labios. Era un sabor dulce, agrio y picante al mismo tiempo.

-Es...- trató de decir con los ojos llorosos, el cocinero esperó ansioso su opinión. –Está perfecto-

Para el almuerzo pudo disfrutar de ese rico asopado de pescado en jugo de tomate y limón, no podía estar más feliz, había hecho nuevos amigos, le ayudaron a practicar el griego y comió gratis.

Salió del hotel sobándose la panza, con la recepcionista acompañándolo.

-Llega para cenar, estarán listas unas croquetas de pescado- le dijo sobándole el brazo con cariño.

GRECIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora